Lo confesó ayer el obispo en su homilía. Cuando monseñor Amadeo Rodríguez Magro fue recibido por Juan Pablo II en la reciente visita ad limina de los obispos, se presentó a este Papa mariano como el obispo de una diócesis tan devota de la Virgen como él. "Le dije que esta diócesis es muy de la Virgen bajo la advocación de la Virgen del Puerto y él, muy cercano a cada diócesis y profundamente mariano, se sintió en ese momento muy de nuestra diócesis, muy de Plasencia. Al día siguiente asistí a la audiencia general y cuando me puso de rodillas le dije soy el obispo de Plasencia y él, no sé si dos o tres veces, pero a mí me emocionó, repitió Plasencia, Plasencia".

A los pocos días ingresaba en el hospital Gemelli y apenas pudo volver a hablar. "Así que fueron prácticamente algunas de sus últimas palabras" añadió el obispo, que quiso compartir sus recuerdos del Papa con los placentinos que abarrotaban la misa solemne por la romería del Puerto que se encomendó a su alma. "Como cuando fallece un padre y todos sus hijos quieren recordarle, quiero yo compartir con vosotros los míos con el Santo Padre; como cuando le pedimos la beatificación de Madre Matilde".

El obispo presidió una misa concelebrada llamada sólo a honrar a la Virgen del Puerto, patrona de Plasencia, pero que acabó siendo un sentido adiós al Papa aunque el funeral se celebrará hoy a las 20.00 horas en la catedral. Fiel al ejemplo de Juan Pablo II, el obispo aprovechó la retransmisión en directo por televisión y radio de la misa para llamar a participar e invitó a hacerlo vía SMS.

Inició su homilía explicando que la romería no se suspendía porque es un hecho religioso, pero pidió rezar cinco rosarios durante la procesión por el alma de un hombre tan mariano como Juan Pablo II. Ante un lleno total, corporación municipal incluida y las voces del coro de la Universidad de Mayores, Amadeo Rodríguez no perdió la sonrisa que le caracteriza convencido --explicó-- de que la muerte es un momento triste, pero de esperanza ante la resurrección. "Alegraos hermanos porque Cristo ha resucitado y ha acogido al Papa de la mano maternal de María". Esta fue una romería marcada por la muerte, sólo un día antes, del Papa Juan Pablo II.