Cómo hemos cambiado. Si hace ahora once meses ZP era vitoreado en Mérida por cientos de personas, ayer en sus escuetas apariciones callejeras era increpado por, a saber: opositores a la refinería, funcionarios de justicia y profesores de Filosofía.

Al acercarse a la capital extremeña, y al margen del amplio despliegue de policía, llamaba la atención la serpiente multicolor , que diría un comentarista de ciclismo, formada por doscientos tractores que desfilaban por la antigua N-630 para unirse a las protestas. Pero para sorpresa, la irrupción de una avioneta con un cartel de Refinería No , que entraba en un espacio aéreo que se supone cerrado por seguridad, y daba pasadas sobre Mérida.

Instantes después, un helicóptero de la policía se colocaba sobre la avioneta y luego delante. A la tercera logró que el aparato con el cartel les siguiera y abandonara la vertical de la ciudad.

Este incidente motivó las iras de la delegada del Gobierno, Carmen Pereira, --que aún tenía fresco el recuerdo de lo ocurrido la noche antes en el teatro romano-- quien interpeló a Reyes González, portavoz de la plataforma Refinería No , con un "se os va a caer el pelo", grabado por compañeros de la TV, a lo que el aludido respondió algo así como "a mí, que me registren", para añadir que la plataforma "aún no tiene dinero para alquilar aviones".

Mientras, las restricciones de tráfico en el centro de la ciudad motivaban división de opiniones. Los había indignados por no poder ir a donde querían, y otros que pedían que esta situación se mantuviese para siempre.

A todo esto, la agenda oficial iba de retraso en retraso, y de problema en problema. El celo del personal de seguridad impedía a los periodistas acceder a la sede de Presidencia para cubrir la presunta firma de convenios con los ministerios, convocada in extremis. Tras una hora de espera se les indicaba que la firma era en otro lugar, y al llegar se encontraban con que la noticia es que no había firma.

En la Escuela de la Función Pública la comparecencia de Fernández de la Vega arrancaba con 70 minutos de retraso y no funcionaba el sistema de grabación para desespero de los periodistas, desespero que aumentó al asistir atónitos a la pregunta a Zapatero de un compañero foráneo: la interpelación (sobre Blair) duró cuatro minutos y, al final, nadie sabía muy bien qué se quería preguntar.

En la plaza del Rastro, los de la refinería , ya concluido su recorrido hasta el teatro romano, se reconcentraban e increpaban a cuanto coche con pinta de oficial se cruzaba en su camino. Poco a poco, el sol que caía a plomo y el aburrimiento mermaron las huestes de la protesta.

Apenas una decena, refugiados en un bar justo en la esquina donde Zapatero e Ibarra debían iniciar un recorrido a pie hasta el Parador de Turismo, esperaban, caña en mano, el paso de la comitiva. Pero lo que pasaron fueron los minutos, y luego las horas. La espera quizá acabó con la vocación de uno de los guardaespaldas, que abordó al cantante-cuponero Antolín y le compró un cuponazo, decidido tal vez a poner fin a estos viernes al sol.

No hubo paseo, ni baño de multitudes (a las cuatro y pico, con 35º a la sombra no había un alma por las calles), y los presidentes optaron por llegar en coche hasta la pitanza, que ya se demoraba.

Luego, poco más. A las cinco y cuarto, Pedro Acedo, Miguel Celdrán, Oscar Baselga y Germán López Iglesias salían del Casino en buena armonía. Pero esa es otra historia.