La referencia en caballos fiscales que se toma como dato para aplicar el impuesto de circulación es un invento de la Administración para calcular de manera fácil y sin demasiados tramos la carga impositiva. En teoría, esta potencia fiscal debería ser indicativa de la categoría del vehículo, pero tal intención dista mucho de haberse plasmado en la práctica. De este modo, la fórmula matemática que sitúa al coche en uno u otro escalón de potencia a efectos del gravamen sólo tiene en cuenta la cilindrada, pero deja de lado otras variables que sí se tienen en cuenta a la hora de valorar un automóvil, tales como si el motor es diesel o gasolina, el peso máximo autorizado, la relación peso/potencia y otras de igual rango. En una primera aproximación, este cálculo fiscal perjudica claramente a los diesel, ya que para tener las mismas prestaciones que un motor de gasolina necesitan mucha más cilindrada. Además, el cálculo no se ha adaptado a las nuevas tecnologías, como los turbocompresores o los nuevos motores de alta presión, que incrementan sensiblemente la potencia efectiva sin que la potencia fiscal se vea alterada, con lo que un vehículo con altas prestaciones puede perfectamente pagar un impuesto muchísimo más bajo que otro de categoría inferior.