La reestructuración del Gobierno era un cambio obligado por la necesidad de rellenar dos agujeros: los que dejaban el sucesor de José María Aznar, Mariano Rajoy, hasta ahora vicepresidente primero y ministro de la Presidencia, y Josep Piqué, ministro de Ciencia y Tecnología, candidato a las elecciones a la Generalitat catalana. Pero el presidente sabía mejor que nadie que no se enfrentaba a una reorganización de trámite. Tenía que aprovecharla para lanzar una serie de mensajes.

Mensajes dirigidos, sobre todo, a quienes, de un modo u otro, se vieron afectados por la elección del sucesor. Fiel a su tradición, repartió compensaciones, pero su generosidad no fue ilimitada.

EL ENIGMA

El principal interrogante era qué iba a hacer con Rato, el gran derrotado en la carrera de la sucesión por la sencilla razón de que fue el único en ofrecerse públicamente para el cargo, aunque fue Jaime Mayor Oreja el que más ilusiones se había hecho. Este ha preferido seguir fuera del Gobierno, dedicado a su lucha contra el nacionalismo vasco y ETA desde su escaño en el Parlamento de Vitoria.

Aznar ha nombrado a Rato vicepresidente primero en sustitución de Rajoy. Ello supone nominalmente un ascenso, ya que hasta ahora ocupaba la segunda vicepresidencia. Al mismo tiempo lanza un mensaje tranquilizador a los mercados, en el sentido de que el responsable de la economía no es ni mucho menos un valor a la baja.

El presidente ha hecho otra concesión a Rato, al colocar a un hombre de su máxima confianza, Juan Costa, hasta ahora secretario de Estado de Comercio y Turismo, al frente de Ciencia y Tecnología.

Pero el reconocimiento como número dos del Gobierno le llega tarde a Rato: apenas siete meses antes de que culmine el segundo mandato popular. Además, en contra de algunos pronósticos, no será vicepresidente único, lo que hubiera realzado la grandeza del premio. Aznar ha mantenido la vicepresidencia segunda y le ha transferido el peso político que hasta ahora tenía la primera. En el paquete irá incluido el Ministerio de la Presidencia.

La segunda vicepresidencia la ocupará Javier Arenas, desplazado de la secretaría general del PP por Rajoy. Además de un reconocimiento, significa también un ascenso en la carrera de Arenas, ya que hasta ahora era ministro de Administraciones Públicas. Tendrá una ardua tarea por delante, porque trabajará en el largo proceso electoral.

Aznar ha dado el cargo de portavoz a Eduardo Zaplana, ministro de Trabajo, que mantiene una estrecha relación con Rajoy.

La designación de Julia García Valdecasas para Administraciones Públicas implica que sigue la presencia de un ministro catalán tras la marcha de Piqué, algo importante con la proximidad de las elecciones catalanas.