El protocolo de actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil en caso de un atraco bancario se basa en un pilar fundamental: minimizar los riesgos para la población.

Una vez que suena la alarma de un banco o una caja de ahorros el primer paso de las fuerzas de seguridad es comprobar que se trata de una alerta real, puesto que en la mayoría de las ocasiones se activan por accidente.

Acto seguido los agentes se personan en los alrededores de la oficina. Agentes de paisano se acercan todo lo posible para tratar de evaluar la posición, mientras que los policías de uniforme toman posiciones en un segundo plano.

A partir de ese momento, el principal objetivo es dejar que el asaltante abandone el banco y no entrar en ningún caso para evitar, de esta forma, que un atraco se acabe convirtiendo en un secuestro con rehenes. Por eso, se le deja salir y se le sigue, si es posible, hasta que abandona las calles más céntricas y pobladas de la localidad.

Si finalmente el atracador percibe la presencia policial y se atrinchera tomando a los clientes y trabajadores de la entidad como rehenes, los efectivos policiales llaman a un mediador especializado, también de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, y se activa un nuevo protocolo, que esta vez estará destinado a que el asaltante deponga las armas.

Fuentes policiales señalan que el fin último es que no se produzca ningún herido, sabiendo que aunque el atracador escape lo más importante es la vida de los ciudadanos. En este sentido, insisten en que "ya habrá tiempo de cogerle, aunque se tarde, una semana, un mes o incluso un año- al final siempre se les coge", añaden.