El público tuvo aplausos para el Rey, piropos para la Reina, ovaciones para Espartaco, ánimos para Victorio y Luchino, saludos para Conrado San Martín, gritos para Carmen Sevilla, vítores para Geraldine Chaplin, palmas para el obispo, más piropos para los escoltas y hasta elogios para el monaguillo de Santa María, que cambió la casulla por chaqueta y corbata. Los cacereños no se cansaron de aplaudir, pero no lograron su objetivo: que los Reyes se acercaran a saludarles. Vicenta, de 64 años, estuvo cuatro horas a pleno sol: "Ni un beso de Carmen Sevilla ni nada. Hace cuatro años en San Francisco me pasó igual con los Reyes. Menos mal que he dejado la comida hecha", lamentaba a las dos de la tarde.

La visita de los monarcas volvió a generar ayer un torrente de gestos de cariño. Dos mil ciudadanos les esperaban a las 11.00 en la plaza Mayor, "aunque también venimos a la salsa rosa, para qué ocultarlo", confesaron tres quinceañeras, en alusión a los famosos que recibieron las Medallas de Bellas Artes. Los primeros en coger sitio fueron dos abuelos de Almoharín, Elías y Adoración, junto con su nieta Sara. "Hemos salido a las 8.00 del pueblo y ni siquiera tomamos café". A su lado, un matrimonio de Pedroso de Acím, en pie desde las 6.30. Junto a ellos, Agustina y Ramón, dos hermanos de Plasenzuela. Todos ocupaban puestos de excepción.

Sube la tensión

Mientras la policía hacía el último registro a las alcantarillas, la plaza de Santa María ya era un hervidero: mil personas esperaban allí a los Reyes. Perpetua quería verles "para pedir más centros de esquizofrénicos", Eulalia había llegado de Barcelona "porque les quiero mucho", Eugenia quería aprovechar la oportunidad "para defender a Aldea Moret", y un grupo de portugueses contaban impresionados que "esto no ocurre en una república".

A lo lejos sonó un helicóptero y en la plaza Mayor subió la tensión. Dos flamantes Audi llevaron hasta las escalinatas del Arco de la Estrella a la ministra Carmen Calvo, a la delegada del Gobierno en Extremadura, Carmen Pereira, al presidente de la Asamblea, Federico Suárez, a Ibarra y Saponi. A las 11.35, impaciencia: "Aquí no viene nadie, a ver si va a pasar lo de Bisbal". Y dos minutos más tarde se desató la emoción. Tres BMW serie 5 y dos Mercedes 600 irrumpieron en la plaza, azules y limpios. La gente alzó los brazos y las voces. Expectación. ¡Mira la Reina! Llovieron aplausos y elogios hacia el traje de cuadros pastel, su peinado y su porte regio. Tiene una aureola...", comentaba Elisa a su amiga. ¿Pero y el Rey? El monarca bajó de otro coche y se reunió con las autoridades. Apenas tardaron dos minutos en desaparecer por el Arco de la Estrella, aunque el público estaba satisfecho: "Tienen prisa, pero han saludado muy simpáticos".

Los Reyes entraron por la portada central de Santa María, pese a la reciente reforma del acceso lateral. El templo se cerró durante el acto, hasta que todos salieron con destino a la recepción en la diputación. Aquello fue el delirio para el público que esperaba tras las vallas: "La hija de Charlot es un suspiro, ¡qué traje verde manzana", "la mujer de Espartaco, un puro silbido, ¡pero qué estilazo!", "Carmen Sevilla... ¡qué joven y qué pintada!", "Victorio y Luchino... ¡qué mayores!, "Teófila Martínez parece una Barbie, tan rubia y tan delgadita!". La estrella fue el actor Arturo Fernández, con traje impecable a rayas: "Es el de chatina, ¡qué porte!". Sólo él y los diseñadores se acercaron a la gente. Los Reyes saludaron de lejos.

Unos 500 cacereños, muchos con tres horas acumuladas en pie, decidieron esperar al final. Y pasó otra hora. Y pasaron muchos famosos de vuelta al hotel. Y también pasaron los monarcas hacia sus coches, eso sí, desechos en saludos a distancia ante los gritos de la gente. Los escoltas de la Casa Real, muy considerados, instaban a la prensa a agacharse para que la gente pudiera ver. "¡Vivan los escoltas!", gritó un grupo. Lo peor fue para Carmen Sevilla, que tuvo que salir escoltada hasta una furgoneta debido al gentío que rodeó las vallas.

Algunos estaban muy satisfechos. El mayordomo del Cristo Negro, Alonso Corrales, invitó a la Reina a la procesión y ella afirmó que lo intentará.