En toda Europa ha habido un castigo a los partidos tradicionales. En Alemania, mínimo. En Francia, máximo por Marine Le Pen . En España, aunque Rajoy ha ganado, el bipartidismo sale tocado. El PP pierde ocho escaños y el PSOE, nueve. Juntos tenían 47 de los 54 eurodiputados españoles, y ahora solo 30. El PP ha perdido 2,5 millones de votos que han ido, principalmente, a UPD (que sube 550.000), Ciudadanos (500.000) y Vox, que no saca escaño (246.000). Pero el PSOE ha perdido otros 2,5 millones que han ido a IU (que sube un millón) y Podemos, de Pablo Iglesias (de 0 a 1,2 millones).

La transferencia de votos a la izquierda del PSOE es más directa, y como Rubalcaba ya ha perdido dos elecciones seguidas, ha sacado las conclusiones lógicas y ha dimitido, mientras que Rajoy (con el PSOE en crisis) cree que puede ganar en el 2015. Aunque en un marco endiablado, ya que la traslación de los resultados del domingo a las legislativas --algo no correcto porque en las generales sube la participación-- daría un Parlamento ingobernable. Salvo recurso forzoso --no como opción-- a la gran coalición.

Rubalcaba es el político socialista más experimentado (e inteligente), pero arrastra demasiado pasado, y quizá haya líderes socialistas más jovenes y con más gancho. Pero el error es más de fondo. Cuando Zapatero adoptó el plan de rigor del 2010 (el mayor recorte social de la democracia, según la propaganda del PP) no defendió su decisión con uñas y dientes. No fue nunca a TVE a venderlo, pero, sobre todo, no se volvió a presentar.

La realidad no era que él se comía el marrón y el partido quedaba absuelto (como dice ahora en privado), sino que se avergonzaban. Y ningún partido de gobierno puede abjurar de una decisión inevitable. Rajoy ha tenido que seguir (agravada) esa política recomendada por Europa y la única alternativa era abandonar el euro, lo que nos habría llevado a mayores recortes y miseria.

El PSOE no dio la cara y creyó que olvidando el pecado de Zapatero y criticando la política europea de Rajoy, el descontento haría que la izquierda le volviera a creer. Ha pasado lo contrario. Al atacar lo recomendado por Europa y la política de Rajoy (la misma que empezó Zapatero), el PSOE se ha deslegitimado a sí mismo. Y los electores progresistas que han comprado la crítica han votado, lógicamente, a IU y Podemos.

Convencer a la izquierda de que la política de rigor fue correcta por inevitable tenía costes (ni Zapatero lo intentó), pero era lo único honesto. Y se ha visto que el trapicheo no ha funcionado. Por miedo a perder votos, ni Zapatero ni Rubalcaba fueron consecuentes, y así han acabado. Y no es fácil que un nuevo líder, siempre algo contagiado, logre enterrar el pasado.

Rubalcaba se equivocó al no querer asumir los costes de una política inevitable, pero peor sería insistir en el error y seguir perdiendo crédito. El PSOE atraviesa su momento más delicado desde que emergió en 1977 como primera fuerza de la izquierda. Tiene 14 eurodiputados, pero IU, Podemos y Compromís suman 12.