Por las calles de ocho pueblos de Extremadura no hay niños jugando a la pelota ni se ven carritos de bebés. Hace como mínimo cinco años que no nace un niño y tampoco se espera que lo haga pronto. Son, según los últimos datos del padrón a 1 de enero del 2017, Capilla, El Carrascalejo, Descargamaría, Pedroso de Acim, Ruanes, Santa Marta de Magasca, Cachorrilla y Campillo de Deleitosa. Pero es en estos dos últimos, en los que la ausencia de infancia es mucho más preocupante y no se remonta a los últimos cinco años, sino a los últimos diez o casi veinte años. En Cachorilla y Campillo de Deleitosa, ambos en la provincia de Cáceres, se cuentan en lustros el tiempo que hace que el llanto de un bebé dejó de ser un sonido habitual en el paisanaje de estos pueblos. Cerraron los colegios y desaparecieron las comuniones. En estos dos municipios el residente más joven supera los 16 años, según el último padrón publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que se realiza a partir de los datos de residencia facilitados por los ayuntamientos.

Los datos muestran una realidad preocupante, que no es nueva, pero que no hace más que acrecentarse con el paso de los años. Y el panorama general es mucho más desolador porque la despoblación y la caída de los nacimientos -en 2017 se registró en la comunidad el número más bajo en décadas- no afecta solo a esos ocho pueblos que no tienen en su censo a ningún menor de cinco años, sino que el botón rojo está encendido en casi medio centenar de municipios extremeños, en los que la escasez de niños y niñas pone en riesgo el relevo de sus propios vecinos.

Según las estadísticas el INE, en Extremadura hay un total de 47 pueblos que tienen menos de diez niños de entre 0 y 9 años censados. Si bien, luego hay otra realidad también conocida, que algunos de los que aparecen empadronados en un pueblo ni siquiera residen en ese municipio.

CÁCERES, PEOR QUE BADAJOZ

Entre esos 47 pueblos en el punto de mira están los ocho en los que no constan pequeños de hasta cinco años y otros tantos más en los que apenas aparece un niño de menos de 10 años, o siete u ocho como mucho. Son, en varios casos, hijos únicos pero no en una familia sino en todo un municipio. Este, según los datos, sería el caso de Berrocalejo, donde solo constan dos niños de entre 0 y 4 años entre su centenar de vecinos; de Descargamaría con un solo vecino menor de diez años; o Ladrillar, que cuenta con más de 200 empadronados pero apenas cuatro han nacido en la última década.

Todos estos municipios se ubican en la provincia de Cáceres, que es la más perjudicada en la región. En Badajoz, aunque en menor medida, también hay pequeñas localidades en esta situación. Un ejemplo es Orellana de la Sierra, con un total de 239 habitantes empadronados el año pasado y solo tres de ellos menores de diez años. Ocurre algo similar en Capilla, con 187 vecinos y solo dos niños de entre 5 y 9 años; o El Carrascalejo, donde solo consta un crío empadronado entre sus 70 habitantes.

El problema demográfico, especialmente sangrante en el mundo rural, está en la agenda de los gobiernos regional y central pero su solución es compleja y quizás, a juicio de varios demógrafos, ya vamos demasiado tarde. Echando la mirada atrás, algunos de estos 47 pueblos ‘en peligro’ ya tenían pocos niños en el año 2000 pero ninguno estaba a cero como sí ocurre ahora. En Benquerencia, Berrocalejo, Cachorrilla, Campillo de Deleitosa y Pescueza el padrón de aquel año contabilizaba entre dos y tres niños en cada uno de estos municipios. En otros, el problema demográfico se ha acentuado de manera singular en estos últimos 17 años. Basta un par de ejemplos demoledores: Casares de las Hurdes, con tres niños de hasta diez años hoy en sus calles y con 32 menores en la misma franja de edad en el 2000; u Orellana de la Sierra, donde había tres críos censados en el 2017 y 23 en el 2000.

LAS EXCEPCIONES

Pocos son los que siguen una tendencia contraria, aunque hay un par de casos como el de Pescueza (con dos niños a principio de siglo y diez ahora) y el de Romangordo (cinco antes y siete ahora), donde el paso de los años y la crisis demográfica ha pasado la factura contraria. Pero son excepciones a la generalidad de Extremadura.

Una consecuencia clara de la ausencia de niños en nuestros pueblos es el envejecimiento de la población, que avanza con celeridad. La edad media de los extremeños es ahora de 44 años (45 en mujeres y 42 en hombres), pero a principios de este siglo (en el año 2000) era de 39,4 años. Y dos datos más que evidencian que la región envejece: más del 26% de la población extremeña supera ya los 65 años de edad (hace una década eran el 18%) y hay 12.600 personas, la mayoría mujeres, que han cumplido ya los 90 años en la región. En el 2012 eran poco más de 9.000, un 25% menos.