Unos 60.000 feligreses se habían plantado ayer a las 11 de la noche en la iluminada plaza de San Pedro del Vaticano, donde se concentraba una multitud de rostros cariacontecidos, unos atentos al rezo del rosario, los más con un ojo en las luces de las ventanas del tercer piso del Palacio Apostólico, donde Karol Wojtyla agonizaba. Una riada de gente se apresuraba en llegar a la plaza desde la Via de la Concilliazione antes de que se anunciase lo que se veía venir.

Lleno a rebosar

A medida que se acercaba la medianoche, la plaza parecía que se iba a llenar a rebosar. Tristeza y expectación. La cadena de televisión árabe Al Jazira retransmitía en directo lo que ocurría en la cuna de la cristiandad, una prueba irrefutable de que Juan Pablo II "ha conquistado un lugar en la historia", según la radiotelevisión pública italiana. La RAI no dejaba de conectar con Cracovia, la ciudad polaca en la que el todavía joven Karol Wojtyla ejerció de arzobispo durante 20 años. En su tierra, la población estaba pendiente de oír el tañido de la gran campana de san Segismundo, la señal de que su compatriota ha dejado el mundo.

Señales de alarma

Poco después de las siete de la tarde, la curia había comenzado a enviar señales de que la vida del Papa se extinguía por momentos. El cardenal Camillo Ruini, vicario de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, anunció que Juan Pablo II "está en contacto con Dios" en la basílica de San Juan Laterano, ante el presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, acompañado del primer ministro, Silvio Berlusconi, y el expresidente de la Comisión Europea y ahora líder de la oposición, Romano Prodi, que se sumaron a una ceremonia para rezar por Wojtyla.

La misa olía a despedida de Estado. Incluso se instalaron pantallas gigantes en el exterior para aquéllos que no pudieran acceder a la basílica, que estaba repleta hasta los bordes. Otras iglesias de Roma también siguieron el ejemplo y convocaron a su feligresía para mostrar su adhesión al hombre que ha estado al frente de la Iglesia católica durante cerca de 27 años, el tercer pontificado más largo más largo de la historia. "Un Papa querido, pero poco seguido", sentenció anoche un vaticanólogo para justificar la corriente de simpatía levantada a su alrededor por un Pontífice ultraconservador en cuestiones morales.

Motivos para rezar

A partir de aquel instante, retransmitido en directo por la mayor parte de las televisiones, el peregrinaje hacia el Vaticano se desbocó. "¿Por qué reza?". "Para que venga otro como él", respondió un peregrino barbado de religión hebrea. Mientras, una mujer española, muy abatida, contestó que con su oración perseguía que el Papa polaco "no sufra".

"Un sello inolvidable"

"El Papa pronto va a morir, pero dejará un sello inolvidable", dijo una monja. "Para mí simboliza la bondad del mundo", exclamó una feligresa. "Es la segunda vez que pierdo a un padre", lamentó otra.

"Por qué están aquí", preguntaron los periodistas a una madre de familia muy numerosa. "Porque somos una familia católica y el Papa es nuestro padre", afirmó. "Ha sido una persona importante en mi vida", confesó entre lágrimas. "Mire, lo único que reclamo es que, al menos, no sufra", agregó.

La policía espera que centenares de miles de feligreses lleguen a Roma cuando se anuncie la desaparición de Wojtyla, lo que obligará a habilitar zonas con tiendas de campaña para poderlos albergar, según preveían ayer las autoridades, además de reforzar el transporte público, especialmente el metro, y la seguridad. La amenaza de un colapso en el tráfico rodado requería adoptar medidas contundentes.

Tres días expuesto

El Vaticano prevé que el cuerpo del Pontífice permanezca expuesto a las miradas de los fieles al menos tres días, los inmediatamente anteriores a las exequias, que se celebrarán en el exterior de la basílica de San Pedro, pero teme que la masiva presencia de público derive en imprevistos.

La madrugada se preveía larga. Las luces de los aposentos papales seguían encendidas y la vigilia de los reunidos no tenía, a medianoche, visos de remitir. Las imágenes de la entrevista en la cárcel con Alí Agca, el joven turco que intentó acabar con su vida en 1981, y las del Papa del ecumenismo, que acudió al Muro de las Lamentaciones y visitó mezquitas, alimentaban de forma reiterada los interminables programas especiales de la televisión italiana.