Tiene solo 25 años y ya ha cumplido una de sus metas en la vida, ser sacerdote aunque esté fuera de su pueblo natal, Guijo de Galisteo, del que habla con aprecio. Desde el pasado septiembre atiende las parroquias de Nuñomoral, Gasco, Fragosa, Martilandrán, Cerezal, Aceitunilla, Rubiaco, Vegas de Coria y Arrolobos, además del Cottolengo del Padre Alegre, en Fragosa, y el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús en Coria.

1. La verdad es que no lo sé. Desde que tengo uso de razón siempre deseé ser tamborilero y cura. El sueño de ser tamborilero se cumplió rápidamente, el de cura tardó un poquito más pero en ningún momento perdí la ilusión. Desde muy pequeño jugaba a ser cura, me encantaba ir a misa, rezar el rosario con las señoras del pueblo,... Mi familia no es que fuera muy religiosa pero siempre me apoyó. Ella y el sacerdote del pueblo, Don Agapito, me insistían en que me marchase al seminario, lo que hice tras terminar la ESO y me siento muy orgulloso, porque además de prepararme para lo que tanto he soñado desde pequeño, los años que pasé en aquella bendita casa no los cambio por nada. Así surgió mi vocación a grandes rasgos.

2. Algo que parece haber muerto: la esperanza de un mañana feliz, sin sufrimientos, sin preocupaciones, un mañana eterno...

3. En mi corto periodo como sacerdote he descubierto que el Señor sigue llamando, que hay muchos jóvenes que se han planteado alguna vez ser sacerdote, pero debido a los ruidos de este mundo esa llamada parece distorsionarse, y cuando digo ruidos me estoy refiriendo, por ejemplo, a esta sociedad de consumo en la que vivimos; a las mismas familias, que a veces, en lugar de fomentar una vocación la desaniman... Todo ello nos impide entrar en contacto con Dios, y cuando no hay contacto no es posible que nos enamoremos de él y esto es crucial para ser cura.

4. Estoy totalmente de acuerdo con sus enseñanzas. La Iglesia para mí es como mi madre y sé, que como madre, todo lo que hace es para bien de sus hijos. Aunque a veces, en esa búsqueda del bien, puede cometer algún fallo, pero un hijo si ama a su madre jamás irá predicando sus defectos.

5. Es un disparate. La clave no está en que la Iglesia permita hacer algo que no prohíbe por gusto, sino por mantenerse obediente a lo que Cristo constituyó. La cuestión es más profunda. Si todos los que somos cristianos nos preocupásemos por parar un poco en nuestras vidas para leer la Palabra de Dios, hacer oración, participar en las celebraciones litúrgicas y hacer obras de caridad nos llevaría a amar a Dios.

6. Son realidades muy presentes en el mundo y ante eso solo decir que tengamos en cuenta que detrás de ellas hay personas, y por lo tanto, hijos de Dios. Y como tal así los debemos de tratar: perdonando, amando y educando.