Igualada, Ódena, Vilanova del Camí y Santa Margarita de Montbuy se despertaron en la primera jornada de la clausura de la cuenca de Ódena a causa del coronavirus bajo un cielo plomizo y con el silencio habitual de los domingos.

Pero que tampoco nadie se imagine una ciudad desierta; las calles iban cobrando vida, aunque las caras de los conductores y transeúntes fuesen las de la resignación ante una medida tan inédita como esperada, y considerada tan drástica como necesaria.

Los trabajadores de la cuenca vivieron las horas iniciales del encierro con desconcierto por los interrogantes acerca de si abrirían o no sus empresas en la zona cero y, en el segundo caso, sobre cómo arreglar los papeles para cobrar el sueldo.

Unos centros abrieron y otros no, pero los comercios estaban prestos y cargados para soportar el alud de compradores de primera hora. Recuperada la calma, los estantes estaban algo mermados, pero sin ningún viso de desabastecimiento. Compitiendo con las latas en conserva, el producto estrella volvía a ser el papel higiénico, un clásico en la era del virus. Resulta paradójico que no sean las mascarillas y los botes de desinfectantes de manos, pero la razón es simple: no hay. Si algo destacó en la primera jornada del confinamiento es que su decreto fue mano de santo para extremar la cautela de la población, quizá más por respeto a la enfermedad que por miedo. Nunca las casas han estado tan llenas, como recomendaron ayer los alcaldes con insistencia.

Como apuntaba uno de los vecinos, muchos están convencidos de que este encierro no solo ha de servir para no propagar el coronavirus, sino que también ha de convertirse en un futuro escudo frente a la enfermedad importada. Es opinión de la mayoría, incluso de los pocos que salieron de su casa por ocio, miedo al aburrimiento o rutina. Buena parte de ellos eran personas mayores que con el oído y la confianza endurecidos por los años minimizaban los riesgos en un primer cruce de palabras. Pero a medida que avanzaba la charla convenían en que el lugar más seguro estaba en casa y algún que otro ciclista. También había paseantes habituales. Pero todo presagia que se acentuará el amor por la familia, el hogar y los grupos de WhatsApp contra el aburrimiento.