El balance demográfico de Extremadura durante el siglo XX se ha resuelto con un crecimiento de apenas 130.000 habitantes respecto a la población existente en el año 1900, un dato que contrasta con la progresión registrada por el conjunto del país, que ha duplicado el número de residentes que tenía al comienzo de ese periodo.

La región entró en el siglo XX con 974.392 habitantes y lo ha cerrado con un registro de casi 1.060.000 extremeños, según los datos censales realizados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Por su parte, la población española ha pasado de 19 millones de habitantes a los cerca de 41 millones establecidos para el año 2001.

El comportamiento demográfico de la comunidad autónoma durante este periodo ha atravesado dos fases bien distinguidas. Hasta la década de los 60, Extremadura registró un continuo crecimiento y se alcanzó el censo más alto de los últimos siglos, con 1.406.329 personas. Sin embargo, a partir de entonces se produjo un proceso de pérdida de población que ha vivido su fase más crítica entre 1960 y 1980. Solo en esos años Extremadura perdió 330.000 habitantes.

En este sentido, sirven como ejemplos los casos de localidades como Jerez de los Caballeros, Azuaga y Valencia de Alcántara, cuya población disminuyó más de un 34% en esas décadas.

LA EMIGRACION Según apuntan los autores del estudio La localización de la población española sobre el territorio. Un siglo de cambios , editado por la Fundación BBVA, el principal factor determinante de esta circunstancia fue la emigración, alentada por los Planes de Estabilización impulsados por el Gobierno de Franco, un programa político fundamentado en la austeridad económica, el recorte del gasto público, la congelación salarial, la devaluación de la moneda y la promoción de inversiones extranjeras que pretendían enganchar al país al tren del desarrollo europeo. Estas medidas incentivaron el progresivo abandono de las actividades agrícolas, cuya mano de obra buscó una salida económica a través de la emigración a las ciudades españolas más industrializadas y hacia Europa Central.

El informe subraya que en esos años se produjo "una tendencia a la concentración de la población en las regiones y núcleos de población mejor comunicados, con mayor nivel de actividad económica y de desarrollo, como son las grandes urbes y el litoral". Asimismo, los autores recalcan que el efecto de la despoblación ha afectado principalmente a las zonas rurales del interior debido a "su aislamiento y su menor grado de desarrollo económico y social". Madrid o Barcelona, los valles del Ebro y el Guadalquivir, y las zonas costeras, con especial incidencia de la cuenca mediterránea, han sido los entornos más favorecidos por las migraciones de esos años.

Este argumento encuentra apoyo en otro de los datos que ofrece el estudio. Las dos capitales de provincia han ejercido a lo largo del siglo XX como focos de atracción y sus censos no han parado de crecer. Así, Cáceres ha pasado de 13.600 habitantes a casi 83.000 en ese periodo, y Badajoz, de 31.246 a 133.500.

El contraste está en los datos provinciales. El fenómeno de la despoblación ha afectado de manera más acusada a las localidades cacereñas, que han perdido el 27,5% de la población que poseían hace cuatro décadas (de 556.759 habitantes a 403.621). Por su parte, en Badajoz el descenso es más leve (22,9%) y ha pasado de registrar 849.570 habitantes a 654.882. Sin embargo, desde 1980 la provincia pacense ha frenado esta tendencia y los últimos censos constatan que está ganando población.

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