La Iglesia mantiene hoy en Extremadura tres contenciosos de índole territorial debido, especialmente, a la división del Estado en comunidades autónomas; esto ha provocado un sentimiento regionalista que choca frontalmente con el reparto geográfico de las diócesis. Los tres problemas territoriales se centran en la vieja pugna entre Plasencia y Ciudad Rodrigo por Béjar; el de Guadalupe, bajo la tutela toledana, al igual que los dos arciprestazgos de la Siberia (Puebla y Herrera), con localidades tan influyentes como Alía, La Calera, Helechosa, Baterno o Tamurejo, entre otras.

El único sondeo realizado entre los sacerdotes adscritos a parroquias de Toledo, pero situadas en territorio extremeño, fue realizado en los años 80 y sus datos fueron reveladores: de entre todos, sólo uno de los curas consultados era partidario de pasar a la administración eclesial extremeña, pese a que la mayoría de ellos era natural de Extremadura. Las razones esgrimidas entonces no fueron más que la diferencia en la atención pastoral a las localidades, mucho más nutridas por Toledo y con más clero.