Casado, sin estudios, dueño de un piso de casi 90 metros cuadrados sin ascensor ni calefacción y sin coche propio. Este podría ser, a grandes rasgos, el retrato robot del extremeño de más de 65 años.

Son una gran mayoría silenciosa, hasta el punto de que casi dos de cada diez extremeños han superado ya el umbral marcado para entrar en la tercera edad, los 65 años. Procedentes de una sociedad más tradicional, seis de cada diez están casados y otros tres han enviudado. Otro 7,8% está compuesto por personas solteras y el 1% restante se lo reparten entre separados y divorciados.

Sus pisos --el 90% son propietarios e incluso hay algunos que disponen de una segunda vivienda-- están en unas condiciones bastante buenas en general, aunque la práctica totalidad no tiene ascensor ni sistemas de calefacción o aire acondicionado. A la hora de quejarse, quince de cada cien ancianos extremeños aseguran que hay demasiado ruido, un 8% denuncia el exceso de delincuencia y vandalismo que hay en su barrio y otro 9,4% afirma que en su casa se cuelan malos olores procedentes de la contaminación.

Si se analiza el nivel de estudios de nuestros mayores, el resultado se acerca mucho al retrato de la sociedad española de hace unas décadas. De cada cien extremeños de más de 65 años sólo dos tienen carrera universitaria, otros seis completaron el Bachillerato o Formación Profesional y 27 los estudios primarios. Casi la mitad no completó no siquiera el colegio y quince de cada cien reconocen que no han aprendido a leer ni escribir.

De los más de 4.000 ancianos universitarios que hay en la región, la gran mayoría optó en su momento por Magisterio, Derecho y Servicios Sociales. Y es que, según la encuesta del INE, los mayores extremeños prefieren las Letras.