Juan Carlos I, El Breve , ha reinado 38 años y seis meses.

Y ha renunciado al trono por propia voluntad, sin que nadie lo haya desalojado de la jefatura del Estado, en una decisión que ha sorprendido a todo el mundo, aunque pronto veremos a muchos entonar que ellos ya lo sabían. Ha sorprendido porque siempre había manifestado que no abdicaría, incluso en momentos de grave crisis, cuando se alzaban numerosas voces invitándole a dejar paso a su hijo, el príncipe Felipe.

Este incumplimiento de la palabra dada es un reconocimiento de la realidad, una rectificación sabia, como lo fue la que le llevó a no respetar los Principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del Reino, que había jurado "guardar y hacer guardar" durante la solemne sesión de las Cortes franquistas del 22 de julio de 1969, en que fue ratificado como sucesor del dictador Francisco Franco "a título de Rey".

Hijo de Juan de Borbón y Battenberg y de María de las Mercedes de Borbón, Juan Carlos había nacido el 5 de enero de 1938, en plena guerra civil, en Roma, donde vivía la familia real española. A los tres años se convirtió en heredero, al abdicar su abuelo, Alfonso XIII, en don Juan, padre de Juan Carlos. Tras pasar su infancia en Italia, Suiza y Portugal, pisó por primera vez tierra española a los 10 años, el 9 de noviembre de 1948, después de que, en agosto de ese año, Franco y don Juan acordaran en una entrevista que Juanito , como era conocido, se trasladara a España para estudiar.

Destinado a suceder a Franco desde la aprobación de la Ley de Sucesión de 1947, cursó estudios de Derecho, Economía, Política y Filosofía en Madrid y San Lorenzo del Escorial; pasó por las tres academias militares --la de Tierra, en Zaragoza; la de Marina, en Marín (Pontevedra); y la del Aire, en San Javier (Murcia)--, como corresponde a la tradición de las monarquías, y se casó en 1962 en Atenas con la princesa Sofía, hija de los reyes de Grecia. Todo estaba, pues, preparado para que Juan Carlos restaurara la Monarquía a la muerte del general Franco, como así sucedió el 22 de noviembre de 1975, aunque diversos desencuentros hicieron que su padre, don Juan, no renunciara a sus derechos dinásticos hasta el 14 de mayo de 1977.

Desde su toma de posesión, Juan Carlos expresó su intención de ser "el rey de todos los españoles", frase que, para ser efectiva, debía significar su alejamiento del franquismo que lo había encumbrado y su apuesta por la democratización del país. Esta apuesta empezó a concretarse con la sustitución de Carlos Arias Navarro, su primer presidente del Gobierno, heredado de la dictadura, por Adolfo Suárez, en julio de 1976. Bajo su impulso, Suárez logró aprobar la Ley de la Reforma Política, que desmantelaba la dictadura; se celebraron las primeras elecciones

democráticas en 41 años, el 15 de junio de 1977, y las Cortes salidas de esos comicios se convirtieron en constituyentes para aprobar la Carta Magna de 1978, ratificada en referendo el 6 de diciembre de ese año. La Constitución dedicó el Título II a la Corona, en el que se consagraba la "inviolabilidad" y la irresponsabilidad judicial del Rey, y le otorgaba libertad para disponer de la asignación anual establecida por los Presupuestos.

Se rompió el tabú

El contenido de estos artículos está en el origen de las mayores críticas surgidas contra la Monarquía una vez que acontecimientos como el caso Urdangarin o actividades privadas del Rey fueron desintegrando el tabú que protegía a la Corona. Este excesivo respeto y la falta de diligencia de los gobernantes han hecho que el Rey haya abdicado sin que el artículo 57.5 que regula la sucesión esté desarrollado por una ley orgánica.

En todo caso, fue su actuación el 23-F lo que consolidó la Monarquía. Sus palabras ("La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar, en forma alguna, acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referendo") abortaron el golpe, finiquitaron el problema militar y asentaron la Monarquía. Una Monarquía juancarlista que vivió tres décadas de esplendor y prestigio con un Rey campechano, afable y amigo de políticos como Carrillo (quien lo había bautizado como El Breve ), aunque se entendió mejor con Suárez y González que con Aznar. Se convirtió en embajador diplomático y económico por todo el mundo de lo que años después se bautizaría como Marca España.

La luna de miel, como su salud, se quebró en 2011. Episodios de su vida privada, como la cacería de elefantes en Botsuana, por la que, de forma insólita, pidió perdón ("Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir"), y la imputación por corrupción de su yerno y de su hija Cristina acrecentaron el desprestigio de la Monarquía y hundieron su popularidad, que, tras restaurar en parte su imagen, opta por retirarse.