No estaba siendo una mala campaña. Las últimas lluvias habían permitido salvar un otoño nefasto y las perspectivas eran mejores de lo inicialmente esperado, pero los robos en los olivares están agitando un año más a los agricultores, que ya demandan más celo a las administraciones para vigilar a los que se empeñan en incumplir la ley, mientras ellos mismos tratan de poner puertas al campo a través de patrullas ciudadanas.

En los olivares de Esparragalejo y La Garrovilla, un grupo de vecinos y agricultores se organizan en turnos cada noche desde noviembre, cuando un robo de más de 4.000 kilos de aceitunas en la zona hizo saltar todas las alarmas entre el resto de propietarios. «Estamos desbordados, tenemos buena colaboración con la Guardia Civil, pero carecen de los medios que necesitan y con los coches que llevan no pueden entrar por los caminos para perseguir a los ladrones», señala Agustín Grajera, que además de olivarero es guarda rural. En la última semana han llegado a interceptar hasta dos robos en el mismo día, de entre 300 y 400 kilos de aceitunas cada uno. «Sabemos que el grupo ROCA (un cuerpo especial perteneciente a la Guardia Civil que apoya en la vigilancia de estas explotaciones) está haciendo una labor espectacular, pero hay que intensificar los controles en los puestos que están recibiendo el material robado y contar con más efectivos, porque no puede estar una pareja de agentes para vigilar toda una comarca», denuncia Grajera.

De hecho, los integrantes de estas patrullas ciudadanas ya han dirigido un escrito al Defensor del Pueblo solicitando amparo y protección para sus campos, y también han solicitado una reunión con la delegada del Gobierno para evaluar la situación.

NI NUEVOS NI AISLADOS / Los robos en esta zona no son nuevos ni aislados. Ya se han producido en años anteriores, al igual que en otros puntos olivareros, principalmente de la provincia de Badajoz o el sur de Cáceres.

Fue en la madrugada del 8 de noviembre cuando tuvo lugar el primer saqueo de esta temporada --antes que en los olivares de Esparragalejo y La Garrovilla, los robos agitaron también la campaña en la zona de Almendralejo-- y por ese motivo, los olivareros de la zona decidieron crear patrullas. La iniciativa dio frutos muy rápido y el 10 de noviembre comenzaban las primeras rondas de vigilancia. El objetivo es hacerse ver y tener controladas las posibles incursiones que busquen expoliar los cultivos.

«No se trata de enfrentarse con los ladrones, sino de poder informar a la Guardia Civil de los posibles intentos de robo», matiza el guarda rural. Por eso, todas las patrullas van dotadas con los teléfonos de contacto de los demás compañeros y de la Guardia Civil, «que hasta ahora está mostrando un apoyo pleno a esta labor», dice.

En la campaña anterior el número de robos descendió gracias a los controles que se practicaron tanto en el transporte como en el momento de la entrega de la aceituna. Los datos del balance realizado en 2017 por la Guardia Civil reflejaban un descenso del 42% en los robos y una caída del 29% en los kilos sustraídos (366.681 kilos) y un incremento del 150% en cuanto al fruto recuperado (135.000 kilos). Además se denunciaron 115 infracciones penales y hubo 36 personas detenidas o investigadas por estos robos.

La Guardia Civil no da cifras por el momento de las denuncias que se han recibido este año por los robos durante la campaña de la aceituna y emplaza al balance que harán en cuanto concluya la recogida a finales del mes de febrero.

«Esperamos que ese balance sea mejor que el del año pasado» indican fuentes del cuerpo, que insisten en que ellos siguen trabajando «tanto en la prevención como en la investigación» de los robos.

Sí hay datos por parte de la Dirección General de Agricultura, que investiga en estos momentos 25 denuncias presentadas en la campaña en curso, principalmente por falta de la documentación requerida que acredita el origen de las aceitunas. Además, en la campaña anterior se abrieron 131 expedientes con 39.300 euros en sanciones. De ellos, tres terminaron sobreseídos, mientras que los 126 expedientes restantes ya se han resueltos y están notificados, salvo en un caso.

multas ejemplares / Pero a pesar de todo eso, la sensación generalizada entre los agricultores es que sigue habiendo quien se lucra de estas acciones. «Existen olivicultores que recogen aceituna de dichos robos y las entregan como suya propia; del mismo modo que existen puestos de recogida donde no se realizan los pertinentes controles» dice Agustín Grajera, que pide «multas ejemplares y juicios rápidos», para evitar lo que califica como un «turismo de guante blanco con personas que vienen de otros países durante la campaña de la recogida de la aceituna, cometen los robos y después se marchan». Eso impide además que el juzgado pueda perseguirlos, y al no localizar ningún domicilio del autor del robo se acaba archivando la causa.

«El decreto --sobre trazabilida de uvas y aceitunas-- ha ayudado mucho y ayuda, pero es evidente que hay que controlar a quien compra y no reclama la entrega de los documentos», valora Juan Metidieri, dirigente de Apag Extremadura Asaja, sobre la normativa que entró en vigor a finales de 2016 para tratar de poner freno a las continuas oleadas de robos en las fincas.

El responsable agrario recuerda que según se establece en ese decreto, los puestos de compra deben tener un registro de la entrada de fruto y los agricultores deben aportar con cada entrega en estos puestos el documento de trazabilidad que exige la ley (y en el que se certifica la procedencia de las aceitunas) junto con el formulario de la PAC. «El problema es que el que está recogiendo el fruto robado no pide estos documentos, y tenemos constancia de varios puestos de compra que lo hacen, lo tenemos denunciado como Apag Extremadura Asaja y lo hemos puesto en conocimiento de todas las administraciones, tanto la Consejería de Sanidad, como la de Medio Ambiente y Delegación del Gobierno», puntualiza Metidieri, que señala a la Conserjería de Sanidad: «si controla los puestos (de compra) que están comprando las aceitunas robadas, el problema se minimiza en un 90%», zanja. Sobre esa cuestión, la Consejería de Sanidad no aportan datos de esos controles, que señalan como «confidenciales» en el transcurso de la campaña.

En todo caso, y a pesar de los últimos robos, está siendo en general una campaña más tranquila que años atrás. Lo recuerda Antonio Masa, integrante de la plataforma de Navalvillar de Pela, otro de los pueblos olivareros y de las zonas sacudidas especialmente por los asaltos en la recogida de la aceituna.

tranquilos / Este año están tranquilos y eso que la campaña está ya en el ecuador. «Hasta ahora no tenemos constancia de que se haya producido ningún robo», confirma. Pero lo suyo les ha costado. En 2015, con una campaña abundante y de calidad, fueron ellos los que vivieron continuos asaltos a las fincas, destrozos e incluso enfrentamientos con ladrones que acabaron empujando a los olivareros a agruparse en patrullas ciudadanas con las que vigilar el término municipal. Antes de poner en marcha esa medida («desesperada») que a día de hoy mantienen, también habían contratado seguridad privada con la que tratar de poner puertas al campo, pero los vigilantes solo trabajaban durante el día y la mayor parte de los asaltos se producían de madrugada

«Es el tercer año que mantenemos ese modelo porque es la forma que tenemos de que esta gente respete la propiedad; y nuestro esfuerzo nos está costando». No solo por los turnos para vigilar de madrugada la zona en patrullas, sino también por el desembolso que supone la seguridad privada: 40.000 euros los dos meses de campaña, que pagan entre las dos cooperativas de Navalvillar de Pela y el ayuntamiento. Porque lo que denuncia Masa es que los asaltos que ellos sufrieron entonces y los que ahora se producen, a pesar de que se escudan tras la figura del rebusco, «son robos sin más». «El rebusco es ir a por un saco de aceitunas, no las cantidades de las que se están hablando en todos estos robos; y se hace con la autorización del propietario de las tierras; y en esta zona todos los vecinos tienen su trozo de tierra», zanja.