Algunos de los prisioneros capturados ayer en la batalla de Hindiya, la más cercana a Bagdad que se haya librado hasta ahora, confesaron pertenecer a la División Nabucodonosor de la Guardia Republicana. Eso no es un detalle más de la guerra, sino que demuestra que el líder iraquí, Sadam Husein, está moviendo sus tropas de élite hacia el sur de la capital para defender la ciudad.

Fuentes militares norteamericanas admitieron que Sadam está reforzando la División Medina, atrincherada en los accesos meridionales a Bagdad a través del río Eufrates, con soldados de las divisiones que guardaban las rutas al norte de la ciudad (la Nabucodonosor y la Hamurabi), que se trasladan en pequeños convoyes difíciles de localizar desde el aire.

Esas fuerzas se están fortificando en ciudades como Kerbala (ciudad santa para los shiís), Hilla (junto a las ruinas de la histórica Babilonia) e Iskandariya (en la confluencia de las dos grandes carreteras que llegan desde el sur). Eso significa que un ataque terrestre de las tropas aliadas para conquistar la capital, Bagdad, causará una gran cantidad de víctimas civiles, arrastrará a las fuerzas invasoras a una guerra urbana y pondrá en peligro templos y restos arqueológicos de valor incalculable.

LA ESTRATEGIA ´MASKIROVKA

Según los analistas, los iraquís practican ahora la vieja estrategia militar soviética denominada maskirovka , diseñada para engañar al enemigo sobre las capacidades, intenciones y acciones de las fuerzas propias. Para ello, utilizan señuelos y blancos simulados, y transmiten mensajes radiados y telefónicos falsos, burlando al espionaje norteamericano. Sólo así se entiende que los defensores de Bagdad sigan presentando una firme resistencia, a pesar de los miles de ataques aéreos con los que Estados Unidos pretende quebrarla.

El número de misiones se ha doblado hasta casi 2.000 diarias y por primera vez en la historia los superbombarderos B-1, B-2 y B-52 han volado juntos en escuadrilla para descargar un infierno sobre los suburbios del sur de Bagdad, una zona densamente poblada en la que las matanzas de civiles son ya cotidianas. Entre los 23 muertos de ayer, 11 eran niños que vivían en granjas cercanas a las concentraciones de tropas defensoras.

Pero esas masacres no disuadirán al Pentágono de su escalada de bombardeos contra la capital de Irak, puesto que el Alto Mando norteamericano está tratando de compensar con ese diluvio de fuego los errores estratégicos del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien se empeñó en enviar a una clásica ofensiva terrestre fuerzas insuficientes y con graves dificultades de reabastecimiento en una línea del frente que se extiende 450 kilómetros. Como quedó ayer patente, al tener que dar marcha atrás la Primera División de Marines --que se dirigía hacia Kut desde Nasiriya-- para volver a la localidad de Chatra, desde la que los milicianos iraquís atacaban a las columnas de avituallamiento.

EL ASALTO DE BAGDAD

Para el asalto de Bagdad, Estados Unidos cuenta ahora con 100.000 soldados de infantería, que se enfrentan a unos 30.000 hombres atrincherados, una proporción a todas luces insuficiente para el ataque a una ciudad, ya que la doctrina militar convencional establece una superioridad mínima de cuatro o cinco a uno para embestir con éxito a un enemigo que se ha fortificado. En consecuencia, el secretario de Defensa estadounidense ha exigido a sus generales que empleen una potencia colosal de fuego aéreo con el fin de reducir a la mitad la capacidad de combate de las divisiones Medina, Hamurabi y Bagdad que defienden la capital iraquí, según han revelado altos oficiales de EEUU a Joseph Galloway, especialista del grupo Knight Ridder.

Además, para imprimir mayor velocidad a su avance, la Tercera División de Infantería que amenaza ahora Bagdad fue enviada al combate con sólo uno de sus seis batallones de baterías de lanzamisiles múltiples, lo que la deja con escasa potencia artillera para ablandar las trincheras iraquís. Así que los bombardeos aéreos han de ser tremendamente devastadores --en la estrategia de Rumsfeld--, aunque sean muy cruentos para la población civil.

EL BELICISMO DE AZNAR

En esta coyuntura militar, el elevado número de víctimas civiles está agravando la situación política de los gobernantes que apoyan la guerra en contra de los electores de sus respectivos países. Especialmente la del presidente del Gobierno, José María Aznar, quien el pasado viernes reprochó a sus ministros que no diesen más la cara en favor de las operaciones bélicas en Irak y les ordenó que saltasen a la palestra para mitigar el impacto de las imágenes de víctimas civiles en los medios de comunicación.

Al creciente aislamiento social del Partido Popular se suma la erosión interna del PP causada por el goteo de dimisiones y discrepancias a cuenta de la guerra de Irak.