La "disminución de las fuerzas físicas" a que aludió ayer el Papa al anunciar su abdicación no es nueva, aunque en las últimas semanas ha dado signos de que su salud sufre un notable deterioro. Desde hace un mes, Benedicto XVI avanza sobre una plataforma móvil hasta llegar al lugar donde imparte la misa dominical, en el Vaticano. Su fatiga es evidente.

Como ya hiciera el día del pontificado de Ratzinguer, en abril del 2005, su hermano Georg, sacerdote de 89 años que reside en Ratisbona (Alemania), dió ayer una justificación humana a las decisiones del Papa. "La edad aprieta", dijo.

Hace siete años, Georg se declaró "muy asustado" al saber que su hermano era el nuevo Pontífice. "No sé si tendrá salud suficiente --dijo--. Es muy mayor. Creía que esas serían razones suficientes para que no fuera elegido".

Ratzinguer sufrió en 1991, a los 64 años, un accidente vascular que le causó una hemorragia cerebral por la que le quedó afectado el ojo izquierdo. La crisis fue superada, pero persistieron sus secuelas: recurrentes mareos y un cansancio intenso, entre las principales.

Las escasas informaciones que aluden a la salud del Papa hablan de que sufre artrosis, hipertensión y algo de diabetes, nada raro en un hombre de su edad.

"Todo forma parte del proceso natural", apuntó ayer Georg, que, aseguró, conocía la decisión de su hermano. "Joseph quiere más tranquilidad", dijo.