La apertura de la mina de níquel de Monesterio supone un punto de inflexión en un sector que está en declive en Extremadura desde los años cuarenta. Y es que por aquel entonces la comunidad era la auténtica despensa de estaño, wolframio y uranio de España y Portugal.

La situación es hoy en día muy distinta, puesto que la realidad del mercado ha provocado el cierre de casi todos los yacimientos --llegó a haber una veintena de ellos funcionando al mismo tiempo--, hasta el punto de que hoy en día sólo sobrevive una mina en la comunidad. Es un yacimiento de feldespato ubicado en Aceúche y explotado por la empresa Minas de Alcántara (Minalca), filial de Lignitos de Meirama, que se dedica a abastecer al mercado cerámico de Portugal.

Pero la apertura de Aguablanca puede ser sólo el primer paso, porque Río Narcea Gold Mines está haciendo prospecciones en varios puntos de la región, aunque hasta el momento los resultados de estos estudios no son muy esperanzadores.

ESPECTATIVAS De hecho, a principios del 2003 la empresa llegó a hablar de la posibilidad de construir en la comunidad una planta metalúrgica --de las que sólo existen tres en el mundo-- si lograba confirmar otro importante yacimiento de níquel en Extremadura (posiblemente en Las Hurdes), algo que hasta el momento no parece haber fructificado.

Uno de los yacimientos más importantes de la historia minera extremeña es sin duda el de El Lobo, en La Haba, donde se extrajo uranio hasta 1991 y donde hace escasas fechas concluyeron las obras de recuperación y restauración del entorno.

También hubo importantes minas de fosfatos en Logrosán y Aldea Moret (Cáceres) , de estaño y wolframio en Almoharín, de hierro en Fuente del Arco y de plomo en Azuaga.