«No hay nada, tu pulmón está limpio. Cuando escuché esas palabras del médico fue un ‘subidón’. Por mí, por mi vida, pero sobre todo por mis padres, mi hermano y mis amigos, que habían estado conmigo todo el tiempo». Para Sergio Barra (31 años) una consulta rutinaria con su médico de Atención Primaria por un dolor en la garganta terminó con el diagnóstico de un linfoma en el pulmón unos días y varias pruebas después.

«Era todo nuevo para mí y en un primer momento solo pensaba: me muero. Estaba tan en ‘shock’ que no podía reaccionar», asegura. Fue un mazazo para toda la familia, aparecieron preocupaciones que nunca habían tenido y su hermano, que vivía en Londres, lo dejó todo para estar con él; y lo cierto es que fue, junto a sus amigos, su soporte en los momentos más bajos. «Yo solo pensaba: tengo que seguir, esto se va a curar, tengo que ser positivo y seguir adelante», recuerda. Cogía fuerzas cuando las pruebas le mostraban cómo iba desapareciendo la mancha que al principio cubría todo su pulmón. Y luchaba por mantener las rutinas que le conectaban a su vida antes del cáncer. «No podía trabajar, había aparcado aficiones como los rallyes, pero entre ciclo y ciclo sí cogía mi bici y me iba con varios amigos y con mi mascarilla puesta a dar vueltas por el pueblo» (es de Casar de Cáceres). «Solo quería recuperar mis rutinas, volver a mi trabajo, conducir». Y año y medio después, pudo hacerlo.