"He exterminado un pueblo entero ocupado por vietcongs. He matado a 25 soldados alemanes antes de perder la vida en una batalla de la Segunda Guerra Mundial. He atravesado los desiertos más inhóspitos conduciendo un carro de combate. He jugado a ser el Dios más malvado. He conocido los secretos del Ku Klux Klan. He viajado por páginas web que harían ruborizarse al mismísimo Rocco Sifredi..." Y todo en menos de una hora y por sólo un euro y 60 céntimos.

Esta podría ser la crónica realizada por un menor de edad un jueves cualquiera a primera hora de la tarde en uno de los últimos cibercarfés inaugurados en Extremadura. Así lo pudo confirmar ayer un redactor de EL PERIODICO, que comprobó cómo en estos puntos de acceso libre a internet no existe ningún tipo de control sobre los contenidos que llegan a los menores de edad y ni siquiera hay carteles pidiéndoles contención en sus paseos por la red.

Son poco más de las cinco y media de la tarde. En un cibercafé emeritense unas 15 personas --al menos siete de ellos menores de edad-- se reparten por los más de treinta ordenadores que hay disponibles. Los más pequeños --de poco más de diez años-- se encuentran en los puestos de acceso situados más cerca del encargado, a una distancia de entre seis y siete metros. Los gritos que se oyen en la sala no dejan lugar a dudas de lo que están haciendo los chavales: ¡"Francotirador en la torre! ¡Todos a por él!".

Juego simple

Se trata de uno de esos juegos de acción en red que utilizan un argumento sencillo: tú formas parte de un equipo y debes matar a todos los del otro equipo. Sin complicaciones ni ambigüedades. Dos pequeñas entran en un chat, en el que creen haber encontrado a su príncipe azul . Cada uno a lo suyo... y todos en la red de redes.

En un ordenador algo más apartado el redactor de EL PERIODICO comprueba los contenidos a los que se puede acceder sin ningún control. Algunos juegos clásicos, otros de estrategia... y los de acción. Uno de ellos sitúa al jugador en la guerra de Vietnam. Es un soldado americano, y su objetivo matar vietcongs. En otro de los juegos sólo cambia el escenario. En este caso es la Segunda Guerra Mundial, el protagonista vuelve a ser americano y ahora los malos son los alemanes. El esquema se repite en al menos seis de los quince juegos disponibles.

Por lo que se refiere al acceso a internet, no parece que haya ningún programa que controle los contenidos. De esta forma, el redactor indaga en la página web del Ku Klux Klan , que fomenta el racismo, y en la de la ilegalizada Herri Batasuna, que alardea de su apoyo a ETA.

Tampoco hay ningún problema para acceder a foros de temas tan variados como conseguir ocultar la anorexia, la historia de la música radikal vasca o cómo utilizar un cocktail molotov : "Cuélalo en las ventanas y verás cómo arden los edificios", asegura alguien.

El último escalón analizado, el de las páginas pornográficas, ofrece un resultado similar. En la pantalla del ordenador aparecen sin cesar fotografías pornográficas e incluso se ofrece la posibilidad, si se dispone de un móvil, de descargar y visionar un video casero en el que una pareja alemana muestra todas sus habilidades amatorias.

Han pasado 50 minutos. El coste, 1,60 euros, un dinero por el que se puede acceder a juegos violentos, páginas web racistas, chats para menores y web pornográficas.