Apenas ha comenzado la campaña electoral (no más de tres días), y ya ha empezado a asomar el sexo. Desde luego, por esa cosa tan española de los testículos, aunque está por ver que eso tenga realmente que ver con el sexo (habrá que preguntárselo a las chicas). A lo que estamos: en Valencia, como no podía ser de otra manera, el mitin que protagoniza el estado mayor socialista reúne a la flor y la nata de los seguidores de la zona, armados de todo tipo de instrumentos para hacer ruido. No solo cohetes, tracas y petardos, sino también pífanos, trompetas y variadas percusiones. Los militantes de Oliva venden tangas colorados que tienen el puño y la rosa impresos donde ustedes pueden imaginarse sin hacer demasiado esfuerzo. ¡Cuántas pobres socialistas, o mujeres de socialista, se tendrán que poner el horror ese esta misma noche para demostrar su amor al compa !

La comitiva sociata viene de Murcia, lugar donde Zapatero se las ha visto y deseado para explicar que con su política territorial no habrá peleas entre comunidades autónomas por el agua. En eso está en desventaja, porque los populares se las arreglan mucho mejor. Ni siquiera lo intentan. Allí hay un presidente llamado Valcárcel que actúa sin ningún rebozo, y se ha puesto a inaugurar desalinizadoras modernas y limpitas que solo tienen un inconveniente: que les falta un año para funcionar, porque ni siquiera están conectadas al mar. Ese procedimiento tiene la ventaja de que se puede inaugurar varias veces la obra pública. La eufórica presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, lo hace casi todos los días. Inaugura un centro de salud y, según pasan los periodistas, los encargados de atrezo desmontan las incubadoras prestadas de otro centro y se las vuelven a llevar.

La verdad es que si algo distingue a la derecha española es que carece de vergüenza. Aunque les pillen, siguen en las mismas: ellos nunca dijeron que detrás de los atentados del 11-M estuviera ETA, ni enviaron a Irak las tropas.

Pero su desvergüenza es tal que son capaces de hacer tangas con gaviotas en el sitio del ya saben ustedes. Y eso sí que puede acabar con la ansiada explosión demográfica. ¿Quién se acercaría? Pobres mujeres populares.