Jara García acude cada día desde los tres años al comedor de la Cooperativa Docente Santa Eulalia de Mérida, y lo hace encantada porque así puede pasar más tiempo con sus compañeros fuera de las clases. Y además, como lleva muchos años haciéndolo, la comida que le sirven no supone ningún problema. "A mí me gusta comer de todo", afirma. Otro aspecto positivo para Jara es el ahorro de tiempo que supone volver a casa después de haber comido, porque nada más entrar por la puerta ya puede dedicarse a estudiar y a hacer las tareas del colegio. Su madre, M Angeles, explica que Jara come todos los días en el colegio porque ella y su marido trabajan y tienen dificultades para cuadrar los horarios de la familia. Está muy contenta con el servicio porque en el colegio "la niña se ha acostumbrado a comer de todo", y porque "luego en casa los niños hacen con sus padres lo que quieren y solo comen lo que les gusta", comenta. La costumbre de comer cada día fuera de casa está consolidada que no se plantea qué ocurriría si cerrara el comedor. "La verdad es que no sé cómo lo haríamos, pero seguramente tendríamos que cambiar los turnos en el trabajo".