Basilisa Vicente vivía en una zona rural salmantina y ella se encargaba por completo de sus niñas, aunque estas desayunaban y se iban andando solas a la escuela. Sin embargo, en septiembre llegó a Plasencia por motivos de trabajo y desde entonces tuvo que optar por apuntar a sus dos niñas --Laura y Natalia-- en el servicio de madrugadores que ofrece el colegio público Ramón y Cajal.

Le parece una idea estupenda el que exista esta opción "porque si no, tendría que recurrir a meter una persona extraña en casa que las diera de desayunar y que las llevara al colegio". Sin embargo, desde las 8.15 horas y hasta que las niñas empiezan las clases a las nueve de la mañana, Basilisa las lleva al colegio y, aunque ya van desayunadas de casa, allí juegan, hacen puzzles, pintan e incluso si la mayor, de 7 años, se le ha olvidado hacer los deberes el día de antes, también los puede hacer, aunque eso ocurre pocas veces, según explica.

Basilisa asegura que Laura y Natalia están encantadas y muy acostumbradas con eso de tener que levantarse más temprano que otros niños, "pero para mí es una ventaja, porque llevándolas tres cuartos de hora antes y después, quedándose a comer, coinciden completamente con mis horarios y esto hace que me despreocupe porque sé que están en buenas manos". Además, alaba la labor de las dos profesoras del colegio que se encargan de que coman bien puesto que después "te informan de si un día han comido bien, qué es lo que han comido... cosas que las madres tenemos que saber", argumenta.