Profesor

El sindicalismo no goza de muy buena salud. Y si se trata del campo de la enseñanza casi podemos decir que agoniza porque la mayoría de los profesores solamente se acuerdan de un sindicato para vituperarlo o en caso de extrema necesidad. De hecho la afiliación es escasa y entre los profesores de secundaria insignificante. Y sin embargo los sindicatos son imprescindibles y su tarea impregna cada una de las labores que desarrolla un profesor pues cada una de las relaciones que mantiene con su patrón o con su oficio han surgido como consecuencia de un acuerdo o desacuerdo con los sindicatos. Porque solamente a través del sindicalismo puede un docente negociar las condiciones laborales y económicas de su trabajo, horarios, jornada, beneficios, jubilaciones, promoción. etc. No es lo mismo ser o no ser sindicalista. No es lo mismo este o aquel sindicato. No es lo mismo votar o no votar. Lo que no parece de recibo es que no se apoye el sindicalismo y además se le echen las culpas de todos los males. ¿Qué poder tienen los sindicatos? El que le conceden los votos y los afiliados. Un funcionario le hace un favor a su patrón cada vez que reniega del sindicato. Un contratado estaría a los pies de los caballos si no contara con el apoyo sindical. Por eso, los sindicatos son necesarios y si no son eficaces no solo se debe a sus dirigentes, a veces no muy aptos, sino también a aquellos por cuyo bienestar trabajan.