Si de verdad se quiere acabar con esto hay actuar desde el colegio, desde Primaria. Hay que educar desde que son pequeños para evitar determinadas conductas, no obstante, no hay que poner el foco solo en la igualdad, sino también en los valores de respeto hacia el otro, y en dejar claro que ‘no es no’. Es la única manera de que cambie la realidad que ahora tenemos. Porque ellos han aprendido a conseguir cosas a través de la violencia, la física y la psicológica, y es el patrón que repiten. Nosotros trabajamos el control de la ira y el impulso cuando algo no les sale como quieren. Pero es muy difícil hacer un seguimiento y obtener resultados, porque las condenas son más cortas que el mínimo que exige la terapia, en la que creemos firmemente porque tiene validez científica». Es la evaluación que hacen desde el Centro de Inserción Social (CIS) Dulce Chacón de Cáceres del programa de rehabilitación para los presos que cumplen condena por delitos de violencia de género.

El objetivo es claro: evitar que reincidan, que vuelvan a cometer agresiones machistas. Pero los resultados evidencian que el proyecto actual no funciona.

En Extremadura, las cifras que aporta la Delegación del Gobierno muestran que el año pasado había 165 encarcelados en las prisiones de Badajoz (90) y Cáceres (75) a causa de los malos tratos. Y según los datos que baraja Instituciones Penitenciarias, en 2016 solamente 21 hombres iniciaron el programa de rehabilitación de violencia de género (7 en el centro pacense y 14 en el cacereño). Y de éstos, un 30% no lo finalizó. Cruzar números constata que, en la región, apenas un 10% (uno de cada diez) de los agresores machistas en prisión acude a esta terapia, la cual siempre es voluntaria y tiene una duración de entre seis meses y un año.

«Muchas de las penas son, por ejemplo, de tres meses por quebrantar la orden de alejamiento. Si tenemos en cuenta que cada vez que llega un nuevo caso al centro penitenciario, el equipo necesita dos meses para saber qué programa de reinserción es el más apropiado para que no vuelva a delinquir, al final no da tiempo a trabajar, de manera que no se les tiene en cuenta para las sesiones que se imparten», explican desde el CIS Dulce Chacón de Cáceres. Y añaden: «Y la consecuencia más grave es que después de esos tres meses en la cárcel salen con más ira y más resentimiento, y eso es muy peligroso».

¿Y qué ocurre con quienes sí acuden a las sesiones de rehabilitación? «Nuestro programa dura un año, y a lo mejor ellos a los 10 meses ya están fuera, y si no siguen todo el proceso, no sirve de nada. A veces después vuelven a prisión otros meses más porque, de nuevo, quiebran la orden de alejamiento, pero ya la continuidad se ha perdido. Si están entrando y saliendo, no se puede trabajar. Hacemos lo que podemos», subrayan desde el centro cacereño.

Tal y como confirman desde Instituciones Penitenciarias, «la excarcelación, normalmente poco antes de la conclusión del programa, y el abandono o su expulsión por incumplimiento de normas o requisitos» son los principales motivos por los que no se acude a todo el proceso.

¿Funcionan realmente? / Desde el Dulce Chacón aseguran que para conseguir que los internos se presenten voluntarios al principio se les motiva con los permisos. «Siempre tienes que buscar un aliciente para obtener avances». Si se asiste al programa el tiempo establecido, el éxito -aseguran- es del 60%. Ese es el porcentaje que se logra que no vuelva a agredir. Pero para ello se requiere un año de terapia que solo se cumple si se permanece como mínimo ese tiempo en prisión, para lo cual es necesario que la condena sea más alta, lo que implica, inevitablemente, un delito de violencia de género considerado más grave desde el punto de vista penal.

«Tal y como está planteado, este programa necesita una revisión de arriba a abajo», inciden desde este centro penitenciario cacereño.