Algo --o mucho-- ha cambiado en el sector tabaquero extremeño en el último año. La resignación y el pesimismo de entonces han dado lugar a una atmósfera de cierta esperanza. Se aprecia en el ánimo de los agricultores una firme voluntad de lucha y trabajo para garantizarse la continuidad del cultivo en la región. Lo admite, por ejemplo, Daniel Gómez, presidente de Tabacos de Cáceres, una de las siete agrupaciones de productores existentes en Extremadura: "la cosecha es buena, hay trabajo y hay ilusión". Pero además existen hechos que corroboran que sus palabras son algo más que una opinión. Por ejemplo, la proliferación de proyectos para concentrar la producción tabaquera en baterías de secado: inversiones millonarias con las que se pretende integrar en instalaciones comunes los procesos de secado, selección y transporte del tabaco de decenas de agricultores. El objetivo: lograr un producto más competitivo, con menores costes, con mayor calidad y más respetuoso con el medio ambiente.

La desaparición este año de las ayudas comunitarias vinculadas a la producción --ayuda acoplada, en función de los kilos producidos-- ha supuesto un punto de inflexión en el sector. Todos los agentes que participan en la cadena productiva se han dado cuenta de que con esfuerzo, reduciendo costes y aumentando la calidad es posible mantener el cultivo aunque haya desaparecido gran parte de la financiación comunitaria y Bruselas plantee eliminarla totalmente en 2013.

La apuesta de los agricultores, para conseguir esos objetivos, son las baterías de secaderos. Así, si hasta ahora y tradicionalmente, cada agricultor se ha encargando del cultivo, la recolección, el secado, la selección y el transporte de su producto, con este tipo de instalaciones su actividad como productor autónomo e independiente se limitará solo a los dos primeros pasos. En estas nuevas instalaciones que se están poniendo en marcha en la región se encargarán del resto del proceso hasta la entrega del producto a la industria transformadora. Y en todo momento todo estará controlado por técnicos especializados. De esta forma, el agricultor quedará ciertamente liberado de determinadas cargas y preocupaciones actuales, aunque lo que se pretende es que centre sus esfuerzos en conseguir un mayor rendimiento de su explotación.

20% DE AHORRO POR KILO Pero esa no es la gran ventaja de este tipo de instalaciones. Su aportación más importante, explican en el sector, viene por el lado de la reduccion de costes. Según algunas estimaciones, el ahorro puede ser de hasta un 20% respecto a lo que le cuesta al agricultor, actualmente y por su cuenta, producir un kilo de tabaco --más de dos euros--. El gasto en combustible, por ejemplo, es considerablemente más bajo: las nuevas baterías funcionan con biomasa, fundamentalmente orujo, que sale a unos 9 céntimos por kilo de tabaco curado, mientras que actualmente con el gasóleo o el gas se eleva a más de 50 céntimos.

La inversión necesaria, en función del tamaño de la batería de secado, oscila entre los dos y los seis millones de euros. Los plazos de amortización que se manejan van de los tres a los seis años. La Junta de Extremadura subvenciona hasta el 60% del proyecto. Actualmente ya hay en marcha tres macroplantas de este tipo en la región: una de la Cooperativa Coolosar, de Losar de la Vera, que lleva en funcionamiento cuatro años, ha supuesto una inversión de 5 millones de euros, cuenta con 120 secaderos y ha permitido una reducción de hasta 40 céntimos por kilo de tabaco; otra de Tabacoex, cooperativa de Rosalejo --integrada en la APA Cotabaco junto a Coolosar--, que se ha gastado 2,6 millones de euros en poner en construir este año su secadero comunitario para curar 750.000 kilos de tabaco; y el de la cooperativa Unagri, de Riolobos, con una inversión de 3,6 millones. Además, en los próximos días estará terminada la batería de la agrupación Tabacos de Cáceres, en Jarandilla, con un coste de más de cuatro millones y 64 secaderos.