Alma, corazón, rigor, capacidad de trabajo. Con estos y otros calificativos positivos definieron esta semana a María Castellano Arroyo (Jaén, 1948) representantes de algunas de las más altas instancias médicas. Fue en la presentación de un libro sobre su trayectoria, que explica cómo se convirtió en un referente de la medicina forense, pionera en el abordaje de la violencia de género y primera mujer catedrática de una facultad de Medicina, entre otros muchos méritos.

—¿Comparte, como el movimiento feminista, que estamos en emergencia por el abultado número de ataques machistas?

—Comparto que estamos en una sociedad muy descontenta, preocupada y desatendida y que estamos necesitados de medidas que traigan serenidad, tranquilidad y bienestar.

—Con un bagaje de casi 1.500 informes forenses en denuncias por violencia de género, ¿qué conclusiones ha sacado sobre este tipo de agresiones, que algunos partidos minimizan?

—En un principio, a mí me gustaba hablar de violencia familiar, en el sentido de que el agresor se aprovechaba de la intimidad que da el hogar y del conocimiento de los miembros de la familia para producir un daño oculto, que iba dirigido a lo más sensible de la persona a la que se quería dominar. Poco después se empezó a identificar como violencia de género. Pero sigue habiendo casos, como el de Galicia, donde el delito contra la expareja sí es violencia de género y contra su excuñada y exsuegra no. ¿Es más grave? En definitiva, se ha llevado por delante unas vidas inocentes de la manera más cruel y despiadada y yo creo que no cabría esa diferencia de jerarquía en la gravedad. Quizá haya que revisarlo, para que toda violencia contra las mujeres en el ámbito familiar sea rechazada socialmente.

—¿Propone entonces que las madres, hermanas y otros allegados de la mujer maltratada, que sean agredidos o asesinados, sean considerados víctimas de la violencia de género?

—Claro. Yo reclamé hace años que los hijos fueran considerados víctimas, porque vi que sufrían muchísimo y eran víctimas psicológicas de esa violencia. Y luego empecé a reclamar que se potencie el papel de la familia, que tiene que estar ahí, ayudando a la mujer para que la violencia salga a la luz y para la mejor resolución del conflicto.

—¿Qué otras medidas propone?

—Tenemos que crear equipos de intervención familiar formados por psicólogos, médicos y trabajadores sociales que apoyen a la víctima y ayuden al agresor a afrontar el conflicto antes de que se produzcan gravísimos problemas de violencia. Además, los médicos, en sus consultas, tienen que ejercer una labor de detección. Y, cuando la mujer denuncia, la intervención del equipo forense es imprescindible. Hay que estudiar qué personalidad tiene la víctima, cómo se le puede ayudar mejor a reorganizar su vida, a ser autosuficiente, pero sin dejar de lado al agresor. El movimiento feminista rechaza que se gaste una peseta en los agresores. Pero yo digo que hay que analizar su personalidad, cómo ha elaborado la relación con la mujer, el conflicto, si es que se siente perjudicado, tiene ansiedad, depresión, orgullo, deseo de venganza, etcétera, para determinar su perfil de riesgo. Además, si tiene alguna adicción, eso no es una excusa que justifique su conducta, pero si se le pone medidas para que se trate, se elimina una situación de riesgo.

—¿Qué opina de la intención de Vox de reformar la ley integral y aprobar una legislación contra toda la «violencia intrafamiliar»?

—España ha sido un país pionero en la lucha contra la violencia de género y creo que con las leyes que tenemos, si tuvieran los recursos suficientes y focalizadas las situaciones y necesidades reales, para que las víctimas tuvieran protección y los agresores los tratamientos necesarios, de manera que no llegaran a convertirse homicidas, sería bueno para todos.