"Hay que estar a lo que salga". Emilio --el nombre es supuesto-- se quedó hace dos años sin su empleo en una constructora cacereña en la que durante los cinco anteriores estuvo realizando faenas de "mantenimiento" de las viviendas. Ahora compagina su ocupación como jornalero en el campo --cotiza en el régimen agrario-- con las reparaciones a domicilio y las obras de albañilería. Igual pone una puerta blindada que alicata una cocina. Los trabajos los hace tanto en Cáceres como en su localidad natal, situada al norte de la provincia. "Van saliendo cosas en los dos sitios", indica. En estos momentos está haciendo "todo el interior de una vivienda: la cocina, el cuarto de baño, dos terrazas, la escayola,... todo". Casado y con un hija, los suyos son los únicos ingresos familiares. "Te tienes que buscar la vida como sea", incide Emilio, a quien le gustaría que esta situación fuese transitoria aunque, viendo como están las cosas, lo ve "complicado".

A sus 46 años, el currículo de Emilio incluye, además de sus empleos en la agricultura y la construcción, oficios tan dispares como los de bombero, maquillador o peluquero. "Siempre que he podido, he tratado de aprender otras cosas o de hacer cursos", explica.

En su opinión, el no estar dado de alta no es sinónimo de menos calidad en los trabajos. "Depende de tu profesionalidad y de tu seriedad. Si eres responsable y sabes hacer... A mí la gente me vuelve a llamar", argumenta. En cuanto a los precios, asegura que sus clientes son generalmente "conocidos" por lo que siempre intenta "ajustar los precios al máximo". También reconoce que la crisis ha disparado tanto la oferta como la demanda de estos trabajadores: "Antes de la crisis te las veías y te las deseabas para encontrar a gente que te hiciese estas cosas. Ahora ves los carteles hasta en las farolas".