Desde hace tres noches duermo con una máquina cuyo objetivo es impedir que me asfixie. Hace cuatro días descubrí que en una hora de sueño tengo más de 40 paradas respiratorias, algunas de más de un minuto de duración, y que mi cerebro se pasa toda la noche enviando órdenes a mi cuerpo para que no me deje dormir, para impedir que muera asfixiado o para evitar un infarto. Hace cuatro días me diagnosticaron que padezco un Síndrome de Apneas del Sueño de severa intensidad.

Mucho antes, hace unos años, empecé a sentirme más cansado que de costumbre y el sueño me invadía a horas en las que hasta entonces no solía aparecer. A ello se unieron los dolores de cabeza por las mañanas y el miedo a conducir en largas distancias por temor a quedarme dormido. Y también empecé a roncar, cada vez con mayor frecuencia. Ahora he sabido que el ronquido es la única forma que tiene el cerebro de avisarte de que te estás asfixiando. Un ruido que te despierta y te hace respirar de nuevo.

El pasado mes de diciembre el médico de cabecera me dijo que podía tener apnea del sueño, por lo que me derivó al especialista para que valorara la necesidad de realizarme un estudio del sueño. Seis meses después --las listas de espera son largas-- me lo han confirmado. Tengo una enfermedad que se caracteriza por una obstrucción repetida en la garganta --faringe-- y que ocurre durante el sueño. Las obstrucciones se deben en parte a la flacidez que adquieren los músculos de la garganta durante el sueño, haciendo que el orificio por el que debe pasar el aire se estreche.

Cuando esto ocurre, los músculos respiratorios --principalmente el diafragma-- hacen un mayor esfuerzo, aunque tampoco sirve para que el aire fluya. Este esfuerzo provoca un despertar --no necesariamente consciente-- que restaura el estado normal de los músculos de la garganta permitiendo que el aire vuelva a circular. Una vez que sucede esto los músculos de la garganta vuelven a relajarse y el ciclo comienza de nuevo.

Estas alteraciones explican muchos de los problemas del síndrome de apneas: cansancio, somnolencia durante el día, disminución de la atención y concentración y tendencia a padecer enfermedades cardiovasculares como hipertensión arterial, entre otras.

Pero para llegar a estas conclusiones primero me hicieron varias pruebas en la Unidad de Neumología y el Laboratorio del Sueño del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, en el que aseguran está uno de los equipos médicos de mayor prestigio internacional. Y finalmente me realizaron un estudio del sueño, un examen polisomnográfico.

Desde casa

Hasta hace poco era necesario que el paciente durmiera una noche en la unidad del sueño para que los especialistas registraran y evaluaran sus ondas cerebrales, las variaciones de temperatura, los niveles de oxígeno en la sangre, los movimientos oculares, la actividad de los músculos del mentón, de las piernas, los movimientos del tórax y abdomen, el flujo de aire nasal, el ronquido y el ritmo de respiración mientras el paciente descansaba en una cama del hospital. Ya no hace falta. Ahora existe la posibilidad de hacer una buena parte de las pruebas en la cama de casa.

Para ello me dieron un aparatito algo más pequeño que un tetrabrik de leche que me ajusté al pecho una noche antes de dormir y del que salían unos sensores que tuve que adaptar a varias partes del cuerpo, además de unas gafas de aire , una especie de tubo fino de goma que se colocaba en la nariz para controlar la respiración.

Hablando en términos médicos, me fui a la cama con una máquina polisomnográfica que disponía de un canal de flujo nasal, dos canales de movimientos toraco abdominales, un canal de saturación y un canal de posición normal.

El aparato estaba programado para que se conectara a las doce y media de la noche y se apagara a las siete de la mañana. Fueron 390 minutos de cables y máquina, preludio de lo que vendría después, que confirmaron mi enfermedad del sueño. La evaluación polisomnográfica detectó 231 paradas respiratorias de una media de 19 segundos de duración --la más larga duró 68 segundos--.

El estudio reveló la existencia de "un número patológico de eventos apnéicos" que hacen necesario que duerma con una máscara --parecida a la de los pilotos-- conectada a una máquina denominada CPAP, siglas en inglés de aire a presión positiva continua. Se trata de un aparato que genera aire para que no se me cierre la garganta. Desde hace tres noches intento adaptarme a una máquina que impide que tenga un mal sueño.