El cúmulo de sucesos fisiológicos que han precipitado el fin del Papa se encuadran en los síntomas de gravedad progresiva de la enfermedad de Parkinson, un proceso neurodegenerativo de parálisis, temblores, espasmos y rigidez muscular que los médicos le diagnosticaron en 1996.

La infección urinaria detectada en la tarde del jueves, habitual en las fases avanzadas del Parkinson, suele producirse por la retención de orina que sufren estos enfermos debida, a su vez, a los espasmos que desencadena una dolencia que desestabiliza el sistema nervioso autónomo.

Como ocurrió en la faringe y el tubo digestivo de Karol Wojtyla, los conductos urinarios debieron comportarse con rigidez, lo que exigió un gran esfuerzo para orinar. Ambos procesos son irreversibles, por lo que el Papa hubiera debido recibir alimentos de forma permanente a través de un conducto percutor que los llevara al estómago.

INFECCION GENERALIZADA Tampoco fue raro, en esas circunstancias, que algunos gérmenes de la orina acumulada acabaran intoxicando toda la corriente sanguínea, provocando una septicemia o shock séptico, una infección generalizada de extrema gravedad, explicó ayer Miquel Vilardell, responsable de Medicina Interna en el Hospital del Valle de Hebron de Barcelona.

Ese fue el cuadro a que Juan Pablo II se enfrentó en la noche y madrugada del viernes. La superación de ese shock , que provoca fiebre muy alta, depende de la rapidez con que los médicos determinen el foco causante --cosa que se logró de inmediato en el caso del Papa-- y de su evolución.

La septicemia, el hecho de que todo el riego sanguíneo sufra infección bacteriana, causa el colapso cardiorrespiratorio que ayer comunicó el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls. En esa situación se produce un descenso brusco de la temperatura corporal seguido de una taquicardia muy acelerada, que también sufrió el Papa.

"Esa gran taquicardia es la respuesta refleja con que el organismo trata de movilizar la llegada de sangre --explica Antonio San José, responsable de Urgencias de Valle de Hebron--. El colapso cardiorrespiratorio afecta a la circulación periférica, a brazos y piernas, mientras que la presión arterial se mantiene en el corazón, el sistema digestivo y los órganos centrales".

Tratado urgentemente con los antibióticos adecuados, un enfermo de septicemia puede recuperarse, afirma San José, aunque el riesgo reaparece a las 24 o 48 horas. "Con frecuencia, pasadas esas horas los afectados por shock séptico caen en una claudicación múltiple de todos sus órganos, un fallo de todos los sistemas que se traduce en una insuficiencia renal, respiratoria y cardiaca muy difícil de superar".

A media tarde de ayer, el Papa sufrió una insuficiencia cardiovascular y renal que condujo a sus últimas horas. Karol Wojtyla no quiso reingresar en el hospital, algo que apenas hubiera variado su evolución.