Conducir una avioneta fumigadora no es nada fácil. Para poder subirse a bordo de uno de estos pequeños aparatos es necesario estar en posesión del título de piloto comercial, además de obtener la calificación de piloto agroforestal.

Aunque pueda parecer lo contrario, los expertos aseguran que pilotar una avioneta de estas características es más complicado que ponerse a los mandos de un avión comercial de pasajeros. La razón es que el vuelo de las fumigadoras es totalmente distinto, debido a sus continuos aterrizajes y despegues.

Las mayores dificultades en el pilotaje de estas aeronaves agrícolas --también se las denomina así-- se dan durante las tareas de fumigación, ya que la avioneta debe volar casi a ras del suelo, lo que supone que cualquier obstáculo que surja en la finca en la que se trabaje --tendidos eléctricos, depósitos de agua, casetas, etc-- se convierta en una trampa mortal para el piloto. En el accidente ocurrido ayer el aparato chocó contra un cableado eléctrico.

Los pilotos aseguran que en las últimas fechas el trabajo se ha complicado debido al gran número de fincas que se deben fumigar en una sola jornada. A la empresa le supondría muchas horas de trabajo elaborar planos informativos del terreno a fumigar, por lo que tan sólo realizan dibujos a mano que son por los que se deben guiar los pilotos y en los que a veces no aparecen señalados los obstáculos citados.

PISTAS DEFICIENTES

Otro de los elementos más peligrosos son las pistas provisionales que existen en la región y en las que deben hacerse los despegues y aterrizajes y que, según los pilotos, se encuentran en muy mal estado. Muchas de ellas están repletas de piedras y baches sin que sus propietarios, administraciones o empresas del sector, pongan soluciones.

Quizás por todo ello los pilotos no abunden en Extremadura, en donde existen actualmente cinco empresas que se dedican a la fumigación y que la mayoría de las veces tienen que contratar a pilotos de otras comunidades, principalmente de Andalucía.

Actualmente el sector extremeño atraviesa un periodo difícil. Los aparatos son caros, oscilan entre los 18.000 y 120.000 euros --8 y 20 millones de pesetas, respectivamente--, y las tarifas de las aseguradoras son muy elevadas debido al índice de siniestralidad que existe en este trabajo. Por ello, en ocasiones no se asegura el casco de la avioneta, lo que supone grandes pérdidas en caso de accidente.

Los aparatos deben pasar constantes y caras revisiones en periodos que pueden oscilar entre las 100 y las 500 horas de vuelo, pero algunas empresas no quieren, o no pueden, hacer frente a estos continuos gastos, por lo que se ocultan las horas reales de vuelo. Se trata, pues, de un montón de factores que suponen que este oficio esté en el aire en la región.