"En los últimos meses, desde Bruselas hasta Gernika, personalidades de gran relevancia internacional y una multitud de agentes políticos y sociales vascos han subrayado la necesidad de dar una solución justa y democrática al secular conflicto vasco". Este es el resumen que, en su último comunicado, ETA hace del debate abierto en el último año en el seno de la izquierda aberzale y su entorno. Como resumen, es algo insuficiente; obvia, entre otras cuestiones, que buena parte de los pronunciamientos de esas "personalidades de gran relevancia internacional" y de los "agentes políticos y sociales vascos" han ido encaminados a exigir a la organización terrorista un alto el fuego unilateral (esto es, sin condiciones), permanente y verificable. Desde el pasado septiembre, la banda ha respondido a estos requerimientos con tres comunicados (el tercero es el de ayer) y una entrevista concedida al diario Gara en los que ha ido modulando su disposición a guardar las armas. Que no a entregarlas.

Desde Bruselas hasta Gernika, dice ETA en su nota. La llamada declaración de Bruselas es un documento suscrito el pasado 29 de marzo por una veintena de personalidades vinculadas a procesos de paz y a la resolución de conflictos --entre ellos, los premios Nobel Desmond Tutu, Frederik de Klerk y John Hume--, coordinados por el abogado y mediador Brian Currin, en el que se exigía a ETA un alto el fuego "permanente y completamente verificable", confiando en que fuera "debidamente respondido" por el Gobierno y pusiera así las bases para una "paz duradera".

Con la mira puesta en las urnas, Batasuna y Eusko Alkartasuna (EA) sellaron en junio una alianza estratégica y el 3 de septiembre hicieron público un documento conjunto en el que sugerían las condiciones previas para abordar un proceso que condujera al "final del conflicto"; entre ellas, un alto el fuego de ETA permanente y "con verificación internacional".