Es la única ciudad de Irak que EEUU aún no controla, pero lo más probable es que eso cambie en cuestión de horas. Tikrit, el último bastión del desmoronado régimen iraquí, la ciudad natal de Sadam Husein y posible refugio del exdictador y sus más cercanos colaboradores, es desde anoche el escenario de combates entre las tropas estadounidenses y lo que se supone son los desesperados residuos del Ejército iraquí, en lo que podría ser el aperitivo de la última gran batalla de esta guerra.

Llegar a las puertas de la ciudad no fue difícil. Las unidades de la Primera Fuerza Expedicionaria de los marines recorrieron el camino desde Bagdad sin apenas encontrar resistencia, según confirmó en Doha (Qatar), el portavoz del alto mando de la operación militar, el general Vincent Brooks: "No hay muchos combates, y ésa es una buena noticia".

ENTREGA PACIFICA

Luego, la situación cambió. Apoyados por un buen número de helicópteros Cobra, unos 250 blindados entraron en la ciudad por el noroeste, donde fueron recibidos por una columna de la infantería iraquí que les cerró el paso. En los combates que siguieron perdieron la vida 15 soldados iraquís, según fuentes militares estadounidenses. Los marines calculan que unos 2.500 soldados leales a Sadam están dispuestos a enzarzarse en otra batalla casa por casa por el control de esta ciudad.

Según los periodistas que se desplazan con los marines, con la llegada de la noche los combates se hicieron más esporádicos. Lo que sí llenó la oscuridad fueron las bombas que cayeron en el sur y el oeste de la ciudad, donde se cree que están ubicadas las líneas de defensa iraquís. Los jefes de las tribus árabes de Tikrit intentaban anoche ponerse en contacto con las fuerzas estadounidenses para negociar una entrega pacífica.

Mientras, en la capital proseguían ayer el caos, el pillaje y la anarquía. A media tarde se habían desatado al menos nueve grandes incendios, que contribuían a dar la imagen de que Bagdad arde por todas partes.

El sargento de los marines Jeremy Stafford anunció que van a organizarse patrullas conjuntas entre los marines y la policía iraquí para tratar de restablecer el orden. Ayer, unos 200 bagdadís exigían a gritos al jefe del puesto de control del hotel Palestina, el sargento Duarte, que les defendiera. Duarte, ayudado de un intérprete, anotaba las denuncias de los ciudadanos, una extensa lista de tiendas asaltadas, coches robados e incendios declarados.

"La vida funciona, pero no el Gobierno. Estoy muy contento de que el régimen de Sadam Husein se haya acabado, pero no podemos vivir así", se quejaba un ciudadano bagdadí.

AUTODEFENSA

Ante el vacío de autoridad, los bagdadís se defienden por sí solos. En algunos casos, han llegado a organizar puestos de control populares: barricadas artesanales y un guardia armado impiden el acceso en vehículo a las calles que cortan las grandes avenidas, para así dificultar la carga de objetos robados.