Desde la torre de elevación que gobierna el embalse de Portaje, Ribera de Fresnedosa parece un manto inabarcable teñido de verde. "Es un mar de encinas", según Angel Rodríguez, exdirectivo de Adenex, que cada fin de semana recorre esa dehesa frondosa de miles y miles de hectáreas. Pero a pie de terreno, llaman la atención las arquetas y conductos que salpican los accesos a la mayoría de las fincas. Son los restos visibles del proyecto de regadíos.

El contraste no es hiriente. La gran tubería --de un metro de diámetro-- que estaba llamada a distribuir el agua para riego por todo el paraje, fue soterrada completamente y hoy solo es visible en dos o tres pequeños tramos del camino de servicio que recorre toda Ribera de Fresnedosa. No hay acequias ni canales y las arquetas de distribución están disimuladas dentro de casetas revestidas de piedra, para mayor armonía con el paisaje. En el interior de estas construcciones, la suciedad se mezcla con el deterioro. "El técnico que lo diseñó hizo un buen trabajo, porque no hay un gran impacto visual", reconoce Rodríguez.

Solo las conducciones secundarias, que presentan tuberías desnudas y conducciones de menor tamaño, incompletas y sin ningún tipo de aprovechamiento, asoman visibles hacia las encinas . Eso sí, todo está abandonado, sucio y oxidado; incluso las viviendas de vigilancia y las casetas para motores de bombeo que se construyeron junto a la torre de elevación.