La pregunta es qué tendría que hacer Batasuna a partir de ahora si ha sabido leer los resultados del domingo y escuchar el clamor de la sociedad vasca (y navarra) en contra de la violencia. Los votantes están hartos de la violencia y se han decantado por aquellas opciones que la rechazan. Ni sumando los votos nulos --difíciles de atribuir en exclusiva a Batasuna-- con los de Acción Nacionalista Vasca (ANV) se llega al total de los obtenidos por Nafarroa-Bai y Aralar en el conjunto de Euskadi y Navarra, comunidad donde la participación ha superado en 10 puntos la media española. Y, además, haría falta considerar los centenares de miles de votos que han obtenido otras opciones.

Batasuna no debería dejar pasar esta segunda oportunidad --la primera fue no condenar el atentado del aeropuerto de Barajas el pasado diciembre-- para desmarcarse de la violencia y exigir la supremacía de la política en detrimento de las armas, si realmente quiere imitar la experiencia de Irlanda del Norte tantas veces invocada en vano. Tendría que denunciar el chantaje con el que una minoría quiere imponer al resto de ciudadanos vascos su visión del país, pretendiendo --como en el comunicado de ayer-- justificar la extorsión y el asesinato con un discurso delirante y patético sobre autodeterminación y territorialidad.

Pero no lo hará. Hará lo mismo que ETA: culpar a todo el mundo de la ruptura del proceso, ignorando que solo ETA es la responsable. Será culpable el presidente del Gobierno, a quien ETA tilda de fascista; el PNV, acusado de insultar (sic) y de tener una sed insaciable de dinero. Todos culpables, menos Batasuna y ETA, que viven en un mundo irreal donde no cabe el reconocimiento de los errores ni de las responsabilidades. El delirio no es reivindicar la autodeterminación y la territorialidad, sino creer que estas se conseguirán por la fuerza de las armas en un Estado de derecho y democrático. La responsabilidad sería renunciar a toda clase de violencia y apostar decididamente por la política y poder encauzar así seriamente un proceso de paz hoy definitivamente muerto.

Es probablemente la última oportunidad que se le presenta a Batasuna para hacer este paso decisivo. Pero me temo que, una vez más, carecerá del coraje necesario. Querría equivocarme.