Mari Paz Pagés hace hoy balance. Los últimos 26 años no han sido fáciles, aunque mientras habla de Pablo se le iluminan los ojos. Sabe que no podrá ir a la universidad, que no podrá casarse, ni trabajar, que siempre dependerá de sus padres, pero también sabe, ante todo, que hoy por hoy su hijo es una persona "plenamente feliz", y eso la salva de dudas y temores. Pablo tiene ahora 26 años y un retraso psicomotor que le impide tener plena autonomía. Mari Paz es una de las extremeñas que podría verse beneficiada con la ayuda propuesta por el Gobierno.

Pero Pablo no es sólo un joven con una discapacidad psíquica, es también una persona con inquietudes, que va a una escuela de educación especial, y a la que desde pequeño su madre trató de "hacerle un hombre hecho y derecho. Tuve que enseñarle todo, desde cómo abrocharse un botón hasta cómo coger una cuchara para comer", recuerda con cierta pesadumbre. Mari Paz regenta en la actualidad una tienda y es su marido el que pasa la mayor parte del tiempo con su hijo.

"Cuando nació yo no trabajaba, aunque si hubiera tenido trabajo, lo hubiera tenido que dejar porque mi hijo necesitaba que le dedicara todo el tiempo del mundo", asegura. Por eso, valora positivamente que el Gobierno haya impulsado la Ley de Dependencia y que haya personas, familiares, que puedan contar con un dinero que, "por lo menos, le resuelva los muchos gastos extra" que suelen tener estas personas que, generalmente, o "no reciben pensiones de la Seguridad Social o son muy bajas".

"A mí hoy por hoy no me hace falta, ¿pero qué pasa con esas personas que tienen que dejar de trabajar para cuidar de su hijo o de sus padres ancianos? Sus economías familiares se vienen abajo", se queja Mari Paz, que reconoce que en su cabeza siempre ronda la idea de qué hubiera pasado si cuándo nació Pablo, hubieran existido ayudas a los familiares como ahora. "Entonces sí que lo hubiera necesitado, porque mi marido trabajaba, pero teníamos otra niña pequeña y mi hijo necesitaba ir al psicopedagogo, al logopeda... necesitaba mucho, y todo costaba mucho".

En realidad, resume, "lo que les hace falta a estas personas es que se les dedique tiempo, aunque, desgraciadamente sabemos que al final el tiempo es dinero. Al final todo es dinero". Y entonces le vienen a Mari Paz sus dudas, sus "eternas dudas: ¿Cómo sería mi hijo si cuando aún era un niño hubiera tenido dinero para llevarle a un colegio privado de esos en los que le enseñan un montón de cosas? Mejor no pensar".

Hay días en los que los padres, hijos coraje , aquellos que luchan cada minuto por sacar adelante a los suyos, se frustran. Hay otros, sin embargo, en que lo tienen claro. Es en esos días, dice Mari Paz, "cuando miro a mi hijo y pienso: hoy lo vamos a conseguir".