«Me preocupa que cada vez haya más gente que no lee nunca, porque es un dato que se vincula además a la gente joven, que destina parte de ese tiempo a internet y que plantea un futuro preocupante. Estamos restando a los futuros adultos la capacidad de leer y una población adulta que no lee acaba siendo una población inculta, en cuyas manos está el futuro de un país», analiza el escritor José Luis Gil Soto.

El autor incide en la necesidad de inculcar la lectura entre los más jóvenes con obras «que les enganchen» y que poco a poco les vayan «formando como lectores». «Para eso hay que ofrecerles lecturas que les atraigan, literatura de entretenimiento, que la hay de buena calidad», analiza el creador, que acaba de publicar la novela Madera de savia azul.

Lo mejor, a su juicio: «los que son lectores, son muy buenos lectores en Extremadura; lectores frecuentes, que eligen muy bien las obras, muy maduros desde el punto de vista literario. Aunque es cierto que se percibe un desequilibrio y son más las mujeres que los hombres los que leen», valora el autor.

Gil Soto comenzó a devorar tebeos siendo niño y se aficionó a la lectura con las historias de Tintín que, como recuerda, «por primera vez me hicieron vivir esa sensación de no poder parar de leer». Después llegaron las novelas y terminó por meterse definitivamente en la literatura «para siempre y sin poder parar» con las obras de Miguel Delibes (su escritor de referencia) aunque se considera también un defensor de «la literatura de entretenimiento». «Alterno novelas clásicas con otras actuales y también lecturas más comerciales, que defiendo porque son las que acaban de enganchar a la gente a la lectura», dice.

Además es de los que, si bien reconoce que el papel guarda «ese encanto del libro como objeto, su olor, el tacto»; también recurre en ocasiones al libro electrónico y valora que se trata de un formato «tan bueno como cualquier otro si contribuye a fomentar el hábito lector». «Pero para mí, tocar un libro y conservar un libro que además te ha gustado o que tiene la firma del autor o una historia personal detrás, no tiene precio», dice el escritor extremeño. Por eso él conserva aún una selección de mil de títulos después de donar parte a una biblioteca. «En las casas de hoy no todo el mundo puede sacrificar una estancia para tener los libros. Aunque yo sí lo he hecho», confiesa.