Los niños iraquís necesitaban todo menos una guerra. Viven en un país azotado por las sanciones económicas en el que se come carne una vez al mes y en el que uno de cada ocho menores muere antes de alcanzar los cinco años. La invasión estadounidense y británica ha convertido este panorama desolador en "un verdadero drama". Así lo explicó ayer en Madrid el representante de Unicef en Irak, Carel de Rooy.

"Las familias iraquís tienen comida para un mes. Si la guerra continúa mucho más tiempo los efectos de la hambruna serán devastadores", insistió. Los responsables de Unicef --conscientes de que no tienen medios para afrontar la crisis-- presentaron una campaña de sensibilización, que será emitida en prensa, radio y televisión. La campaña se titula Ojalá los niños iraquís sólo tuvieran pesadillas mientras duermen.