Cuando despertemos de la conmoción causada por el ascenso de partidos euroescépticos o antieuropeos, de extrema derecha y de extrema izquierda, populistas sin complejos o declaradamente xenófobos, descubriremos que ninguno de ellos controlará ni el Parlamento Europeo ni ningún gobierno nacional, que el primer partido en la Eurocámara seguirá siendo el Partido Popular Europeo (PPE) y que los partidos europeístas continuarán siendo mayoría. Sumando los escaños obtenidos por el PPE, los socialdemócratas, los liberales y Los Verdes llegan a 520 eurodiputados de un total de 751. También descubriremos que Angela Merkel sigue al timón.

¿Quiere ello decir que nada cambia? No. Mucho cambiará y no en la mejor dirección. En Europa, el monumental avance del Frente Nacional de Marine Le Pen deja al histórico eje y motor franco-alemán muy tocado. Hoy mismo, en la cumbre de Bruselas se verá qué aire sopla, pero igual de esta debacle sale algún cambio. Merkel admitía que la mejor respuesta a la eurofobia es el estímulo al crecimiento y al empleo.

Sin embargo, donde más se notará el seísmo electoral será en los parlamentos y gobiernos nacionales. La presión del populismo antieuropeo ya había escorado a partidos y ejecutivos desde el centro (donde se ganaban elecciones) hacia la extrema derecha. Con los comicios del domingo han descubierto que el daño es mucho mayor del esperado.

Francia es un caso. Otro es Reino Unido, donde los tres partidos tradicionales (conservadores, laboristas y liberaldemócratas) se han desangrado tanto en favor del eurófobo UKIP de Nigel Farage que el liderazgo de las tres formaciones está amenazado y las elecciones legislativas del año próximo se ven como una gran pesadilla de muy inciertos resultados.

Mientras se ha detenido la histórica caída de participación electoral en general, no deja de ser preocupante la elevada abstención en los países recién llegados a la UE (en Eslovaquia solo votó el 13%).

En medio de este panorama decepcionante, destaca lo ocurrido en Italia, un país instalado siempre en una aparente inestabilidad. La espectacular victoria del Partido Democrático del primer ministro reformista Matteo Renzi (40,8%) es el triunfo de la política y la derrota de la antipolítica representada por Beppe Grillo (21,1%), mientras el declive de Silvio Berlusconi (16,8%), ahora sí, parece imparable.

RosaMassague