El 64,7% de la mejor cosecha de la Formación Profesional de Grado Superior 2016/2017 tiene nombre de mujer: Sara Clemente Gil, Rosa Lebrato Gómez, Isabel Cruz Lourido, Myriam Jiménez Rodríguez, Elena Lumbreras Díaz, Alicia Miranda Valencia, Violeta Mata Bartolomé, Julia Flores Martín, Ana Carmen Pando Jimeno, Lidia Morrón Simón y Mónica Hernández Retortillo.

Junto a ellas, sus seis compañeros masculinos: Javier Cordero Álvarez, Joaquín Machuca García, Mario Velarde Cabezas, Moisés Jesús Cid Benítez-Cano, Fernando Aparicio Lobo y Sergio Mirón Jiménez.

Fernando Aparicio es el más veterano, nació en Mérida en 1975, y Sara Clemente y Alicia Miranda, las excelentes más jovenes de la añada: Sara nació en Torrejoncillo y Alicia, en Coria, en 1997. Él decidió redecorar su vida y ellas aprovechar los recursos educativos a su alcance para lograr sus sueños.

Desde el curso 2001/2002, la Consejería de Educación convoca los Premios Extraordinarios que distinguen a los mejores estudiantes de Formación Profesional de Grado Superior. En la convocatoria 2016/2017, diecisiete alumnos -todos ellos con una calificación final igual o superior al 8,5- recibieron 800 euros como premio y el término Excelencia fue acuñado en sus expedientes y certificados académicos.

Sorpresas

La historia de cada uno de ellos leída de forma conjunta desvela un perfil sorprendente, al tiempo que confirma ciertos estereotipos relacionados con el género y la profesión que, lejos de ser propios de la Formación Profesional, históricamente son inherentes al mercado laboral.

Entre las sorpresas que depara la historia de estos estudiantes destaca que ocho de los catorce alumnos entrevistados poseen estudios universitarios y seis son graduados: Elena, Julia y Myriam son arquitectas técnicas, Mónica es trabajadora social, Rosa es graduada en Turismo y Violeta, graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Salamanca, a diferencia del resto de sus compañeras que estudiaron en la universidad extremeña. Para ellas, la Formación Profesional ha sido capaz de proporcionarles las habilidades laborales que la universidad era incapaz por estar centrada en el plano teórico y dejar de lado las prácticas. Sergio abandonó los estudios de Ingeniería Mecánica, en Badajoz, por el Ciclo de Automoción y Lidia abandonó en segundo una formación universitaria en Ciencias Ambientales que no la llenaba para encontrar su futuro en la rama sanitaria.

Los casos de Fernando Aparicio y Sara Clemente son distintos. Fernando posee tres ciclos, uno medio en Informática de Gestión y dos superiores, el primero de Técnico Informático y el último en la rama de Madera, Mueble y Corcho porque quería «dejar atrás los despachos, crear y trabajar con las manos». También estudia Filología Hispánica a distancia en la Universidad de Burgos. Sara, por su parte, estudió Formación Profesional para acceder a Ciencias del Deporte en la Universidad de Extremadura.

Trece de estos catorce estudiantes finalizaron el bachillerato antes de optar por la Formación Profesional superior. Todos coinciden en que el bachillerato proporciona una cultura general, una base de conocimiento y un método de estudio que, por sí sola, no facilita la Fp. Al mismo tiempo creen que ésta te prepara de una forma más eficaz para el mundo laboral que la universidad porque el mercado de trabajo exige, junto al conocimiento, experiencia.

Otra de las características que destacan todos ellos es la implicación de los profesores con el futuro personal de cada uno de sus alumnos. Concha Sanchís y Diana Gutiérrez lograron afianzar la pasión que Alicia Miranda sentía por la imagen personal. Ana Pando destaca la capacidad de Rafael Maqueda para despertar en sus alumnos «el interés por el pensamiento crítico». Elena Lumbreras recuerda cómo «Ángel Ayala siempre intentaba que sacáramos lo mejor de nosotros mismos» y Fernando Aparicio resalta la «sólida preparación» y la maestría en el aula de Agustín de la Viuda, al que «nunca cogimos en un renuncio». Para Isabel Cruz, Santiago Carvajal y Raquel Roncero fueron «al mismo tiempo, profesores, psicólogos y amigos». Julia Flores opina que Luis Miguel Díaz Redondo «es un hombre impresionante al que apasiona enseñar». Myriam Jiménez recuerda a María Eugenia Gómez Coronado porque «tenía una metodología de enseñanza realmente buena» y Rosa Lebrato destaca sobre el trabajo de los demás la labor docente de Berta González porque «me gustaba mucho su forma de enseñar».

Pero no todo son luces en la Formación Profesional extremeña, también adolece de faltas.

Aulas más amplias, más material y herramientas para realizar las prácticas, menos rotación en determinados centros de formación y curriculums más actualizados son algunos de los deseos de sus mejores estudiantes, que también querrían lograr que los centros ubicados en las zonas rurales contaran con las mismas oportunidades para realizar actividades complementarias que aquellos que se encuentran en las ciudades.

Empleos

Si bien no es lo habitual, tampoco es raro que los estudiantes inicien su carrera profesional en las empresas donde primero realizaron sus prácticas como parte del ciclo de Formación Profesional. Así, Isabel Cruz Lourido forma parte ya del departamento de Exportación de Olives and Pickles, en Almendralejo, Lidia Morrón es higienista bucodental en la clínica Bernabéu, de Villanueva de la Serena, y Sergio Mirón Jiménez continúa ligado al taller Chaparro Profesionales del Automóvil, mediante un contrato de prácticas no laborales.

Javier Cordero, Violeta Mata y Julia Flores también tienen trabajo. El primero en la empresa agrícola familiar y la segunda como técnico de Sonido e Iluminación en la obra de teatro Un cadáver a las diez que, en estos momentos, se encuentra de gira por la región patrocinada por la Once. Julia, por su parte, trabaja en el departamento de Calidad de la empresa Plasoliva, en Eljas.

El caso de Rosa Lebrato es diferente, «afortunadamente, yo no he estado ni un solo día en el paro», declara. Al finalizar Turismo, en la Uex, comenzó a trabajar en el hotel de Valdecañas. Al mismo tiempo cursó el grado superior de Administración y Gestión de Formación Profesional, en Navalmoral de la Mata, y ahora trabaja en una cadena hotelera en Madrid.

No obstante, la excelencia, lamentablemente, tampoco es garantía de un puesto de trabajo. El 50% de este grupo de estudiantes se encuentra en búsqueda activa de empleo y cuatro de ellos están preparando el máster de Formación del Profesorado.

La excelencia no se improvisa. Los mejores expedientes 2016/2017 nunca fueron malos estudiantes. Su método de trabajo se basa en la constancia y en el afán de superación. Para ellos, la excelencia se encuentra en los sueños y a perseguirlos es a lo que invita este grupo de jovenes sobradamente preparados. Coinciden en opinar que los límites están en los clichés, en lo que los demás esperan de uno.