Nos conocemos, pero ya no de toda la vida. Extremadura, pese a ser la comunidad que mantiene al 86% de sus vecinos residiendo en el municipio en el que nacieron está cambiando. En uno de cada cuatro municipios extremeños residen ya más forasteros que nativos. El factor inmigración es la clave del cambio de una de las características más ancestrales de los extremeños: la autoctonía. Pero no solo se trata de inmigración procedente de países extranjeros, que solo supone en toda la comunidad poco más del 3%. La inmigración con más trascendencia en este cambio que influye en las relaciones de toda la vida de convecinos es la interior. Cada vez hay más extremeños inmigrantes en su propia tierra.

Las ciudades son los primeros refugios de los extremeños nacidos principalmente en municipios cercanos que buscan en estas más oportunidades. Pero Cáceres, Badajoz, Mérida, Plasencia, Don Benito o Almendralejo logran un perfecto equilibrio en este sentido manteniendo parte de su población originaria, entre el 40 y el 60% de sus vecinos, según el Atlas Socioeconómico de Extremadura 2009.

Aunque sean uno de los principales refugios, la ciudades no son las que más evidencian ese cambio de tendencia presente de forma más notable en otras poblaciones extremeñas. Es el caso de localidades de menor entidad como Talayuela, Jerez de los Caballeros, Jaraíz de la Vera, Navalmoral de la Mata,... donde van ganando protagonismo los foráneos a la par que se va perdiendo una de las características más perdurables de los municipios extremeños: conocerse de toda la vida. En los casos anteriores menos de la mitad de los vecinos residen en su lugar de nacimiento. En Talayuela solo son nativos de lugar el 18,7% de sus habitantes; el 42% en Navalmoral y 44% en Jaraíz. Las razones en cada uno de estos nuevos municipios que empiezan a cambiar su fisonomía es similar en la mayoría de los casos pero con matices.

La zona noreste de Extremadura es la que presenta un mayor cambio de tendencia en este sentido. El empleo en el sector tabaquero, las tareas de recogida en el campo y la transformación de esta planta, generan una mano de obra que ha llamado a un mayor porcentaje de inmigrantes extranjeros --de entre un 5% y hasta un 25% en el caso de Talayuela, donde residen más extranjeros-- y de la zona a instalarse en municipios en los que antes era común conocerse. Cambia el apego, pero seguro que no la costumbre de saludar a todo aquel con el que se crucen.

Otro municipio que se desliga de esta característica de la región es Jerez de los Caballeros, que solo mantiene al 46% de su población autóctona; el 40% procede de algún otro municipio de la provincia pacense y casi un 6% de algún país extranjeros. La clave, la siderúrgica Balboa, reclamo de la localidad para muchos extremeños de la zona.

Pero hay casos más extremos dentro de la región. Con solo el 0,5% y el 4,5% de autóctonos respectivamente se encuentran Pueblonuevo del Guadiana, en Badajoz, y Rosalejo, en Cáceres. Su explicación, muy distinta. Ambos municipios se han independizado no hace muchos años, por lo que sus residentes no se inscribían anteriormente como nacidos en estos. Además son de colonización, por lo que se asentaba gente venida incluso de otras provincias que buscaban una casa donde vivir. "Yo siempre he estado en Pueblonuevo, pero cuando nací me registraron en Badajoz porque no éramos independientes --lo fueron en el 99--", explica Mari Carmen Hurtado desde el ayuntamiento. En Rosalejo la historia fue parecida. Perteneció desde su construcción en los años 60 a Talayuela hasta hace 16 años.

A pesar de su paralelismo, hay otro factor al que presta especial atención el profesor de Geografía y Ordenación del Territorio de la Uex, Julián Mora, que explica el escaso porcentaje de autoctonía que los separa: de nuevo, la inmigración. En el municipio pacense, solo el 1,8% de sus vecinos son extranjeros, mientras que en la localidad cacereña la cifra sube hasta el 7%, "sobre todo ciudadanos de nacionalidad magrebí, que se han asentado en la localidad para trabajar en la recogida de tabaco", sustento principal de la zona. Bajo esta premisa se entiende el bajo índice de autoctonía de los pueblos cercanos.

Donde se conocen los vecinos de más de bien es en el sureste extremeño. Es la zona donde más pervive la autoctonía característica de la región, y en algunos otros municipios del norte extremeño. "Nos conocemos de toda la vida". Así cuenta las relaciones con sus vecinos Inmaculada Delgado, la alcaldesa de Salvatierra de Santiago, un municipio cacereño de poco más de 400 habitantes en el que el 96% de su población actual es originaria del lugar. No hay que buscar mucho para demostrarlo, su propia mandataria es ejemplo de ello. "Yo nací aquí y vivo aquí". Pese a que residió un tiempo en Cáceres, su dedicación política le ha devuelto a sus raíces. "No solo porque te guste el pueblo, en Salvatierra la gente está cómoda porque su situación geográfica es una ventaja", explica.

Esta primera posición en el ránking de autoctonía según el Atlas Socioeconómico, tiene una segunda lectura para la alcaldesa. "La gente que sale fuera a trabajar cuando se jubila tiene por costumbre venirse al pueblo". Y es que, las raíces tiran, y eso "gratifica".

Pero existe otra lectura muy distinta. La aporta Julián Mora y va mucho más allá de las comodidades y tradiciones. Se trata del éxodo y la regresión poblacional del municipio. Si ante la escasa autoctonía la inmigración juega un factor clave, la abundancia de nativos tiene su explicación en el envejecimiento de la población y la emigración. "Los jóvenes se van a las ciudades, que son las que principalmente recogen a más ciudadanos nacidos fuera de ellas y los que quedan son personas mayores nacidas en el municipio, entonces la mayoría de los que quedan son autóctonos", explica Mora. Por tanto, este índice no se entiende sin el descenso demográfico que afecta a seis de cada diez municipios extremeños.

En Salvatierra ninguno de sus 400 vecinos procede de un país extranjero, como ocurre en Risco, el segundo municipio extremeño donde más nativos viven, el 88%. "La gente se va y los que quedan son mayores que siempre han estado aquí", cuenta Julián Rodríguez, un vecino de este municipio cacereño de poco más de 70 habitantes de los que ninguno es extranjero. "Esto es un pueblo mísero".