"Son unas cuantas manzanas podridas que estropean el cesto". Lo dice una vecina de Suerte de Saavedra, pero es lo mismo que piensan muchos habitantes de esta barriada pacense cuando se les pregunta cómo se vive en un lugar que arrastra fama de conflictivo.

A la mayoría de los vecinos no les gusta hablar abiertamente de drogas o armas, pero son conscientes de que conviven con ellas en el vecindario y no ocultan que eso les causa temor. Las calles Olof Palme, Víctor Jara y Eduardo Naranjo son señaladas como las más conflictivas en el mapa del barrio. En este punto caliente se concentran algunas de las familias responsables de que la convivencia en el barrio se vea alterada con frecuentes incidentes.

"Nadie se atreve a enfrentarse con estas familias, que tienen atemorizado al barrio entero. Impera la ley del silencio", asegura un vecino harto de que puedan actuar con impunidad. ¿Cuál es la solución? Muchos están convencidos de que solo sacando a estas familias del barrio se podría "vivir en paz". "Hay que actuar de forma ejemplarizante y lo más eficaz son los desahucios. La ley está de parte de la Junta, porque no cumplen las condiciones para ocupar una vivienda social", apuntan algunos.

Andrés tiene un negocio de hostelería, pero su intención es traspasarlo. Al cansancio por las muchas horas que echa en el tajo se unen los problemas que ha tenido. Ha sufrido amenazas, robos y destrozos en su local. Cuenta que es de los pocos que se ha atrevido a denunciar los hechos --otros no lo hacen por miedo a represalias--, pero reconoce que ha sentido "miedo".

"Tenía pánico a vivir aquí, el primer mes no se me pegaba la ropa al cuerpo", confiesa Marisa, que trabaja en una panadería. Ahora se siente querida por sus clientes. "Hay un grupo que lo estropea todo, pero el resto de la gente es muy buena", dice.

Antonio vive desde casi hace tres décadas en el barrio y asegura --mientras toma café en un bar-- que nunca ha tenido problemas. Su casa está en la zona conocida como los pisos rojos . Quienes viven aquí se sienten afortunados. "Esto es mucho más tranquilo", explican Leandro, Vicente y Faustino, tres jubilados que se paran en una esquina.

Suerte de Saavedra tiene dos caras, aunque sea por la más fea por la que la mayoría de las veces se la conoce.