"Poder salvarle la vida a alguien". Así define Juan de Dios Montero, presidente de la Asociación de Donantes de Médula Osea (ADMO) de Extremadura, la esencia de la donación. "Puede sonar típico o cursi, pero es así", comenta a partir de su propia experiencia.

Diez años después de la puesta en marcha de ADMO, Juan de Dios, uno de sus cofundadores, recuerda sus comienzos. Inicialmente, su interés surge cuando a dos de sus amigos se les diagnostica leucemia. Tras su fallecimiento por falta de donantes de médula ósea, el actual responsable de la organización extremeña comienza a interesarse por esta cuestión, contactando con la Fundación José Carreras, en Barcelona, que gestiona la red estatal de donantes de este tejido.

"Subidón emocional"

Durante esta década, él mismo ha protagonizado un proceso de donación. Fue en 1997, cuando viajó a Salamanca para traspasar su médula ósea a una enferma compatible. La intervención quirúrgica --único método disponible en esa época-- no fue obstáculo para el "subidón emocional" que le proporcionó esta acción totalmente altruista, ya que ni siquiera supo quién fue el receptor (la ley obliga a respetar su anonimato), solo que se trataba de una niña.

Al hilo de esta historia, es fácil recordar la metáfora de la moneda y sus dos caras. La de Montero regalando vida y la de José Antonio Sánchez recibiéndola. En el segundo caso, una vida en forma de riñón, que permitió a su receptor romper con la dependencia de la máquina de diálisis y recuperar su ritmo de vida totalmente normal.

Pero José Antonio, también responsable en Cáceres de una organización relacionada con la donación (Alcer, que se dedica a luchar contra las enfermedades de riñón), recuerda que los trasplantes también tienen una cruz: el que se va. Para él, una partida, la de su padre, especialmente dolorosa. "Llegué a plantearme si debía admitir la donación, ya que incluso me sentía culpable".

Una vez superada la etapa inicial de sentimientos contradictorios, José Antonio dedica en la actualidad sus esfuerzos a ayudar a los enfermos y a sus familiares, así como a promocionar la importancia de la donación. "La gente debe aprender a ponerse en el lugar del otro, porque mañana pueden ser ellos mismos quienes necesiten el trasplante", dice.

Así, el responsable cacereño de Alcer manifiesta una opinión y actitud vital que comparten la mayoría de las personas que han recibido un trasplante. Es el caso, por ejemplo, de Juana Isabel Castillas, quien hace diez años recibió un trasplante de médula espinal.

Enferma de leucemia y tras someterse, sin éxito, a diversos tratamientos, la hermana de Juana Isabel, afortunadamente compatible con ella, efectuó la donación necesaria para salvar su vida. A pesar de sufrir algunas secuelas, Juana Isabel se siente "contentísima, ya que considero que llevo diez años de nueva vida".

Actualmente, colabora activamente con Alcer. "Es muy importante captar donantes para la gente que no tiene tanta suerte como yo y no es compatible con ningún familiar", indica. En este sentido, recuerda que ser donante de médula no supone ningún esfuerzo, "únicamente hay que someterse a una analítica y, en el caso de que aparezca un posible receptor, el proceso de donación ya es muy sencillo".

Este es también el principal mensaje de Juan de Dios, que especifica que los únicos requisitos para donar este tejido son estar sano y tener entre 18 y 55 años. Igualmente, José Antonio anima a toda la sociedad extremeña a desprenderse de los prejuicios que tradicionalmente han lastrado la donación de órganos. "El mejor consejo que podemos dar es simple: Disfruta de la vida y, al final, regálala", sentencia.