"Hemos llegado a vender 30 cosechadoras en un año. El año pasado ya vendimos tres y este año la gente ni se para a preguntar por el tema", explica José Carlos Miranda, un joven empresario que tiene en Talayuela una empresa --Jekar-- de reparación y venta de maquinaria agrícola.

"No se venden ni tractores ni cosechadoras. Los agricultores reparan lo justo y cuando no les queda más remedio", recuerda José Carlos Miranda. Jekar ha vendido 81 cosechadoras de la marca italiana Sppaperi a razón de 70.000 euros (casi 12 millones de pesetas cada una). Miranda acaba de montar una nueva nave. "Tú haces las cosas pensando en que la cosa va a seguir bien. Cuantas más cosechadoras venda, más puestos de trabajo porque las máquinas hay que mantenerlas y repararlas. Si no vendes cosechadoras, no metes personal", explica. "Si esto se para, mal vamos. Si el agricultor gana 10 pesetas, cinco son para gastárselos en sitios como el nuestro. El agricultor va a seguir viviendo, pero gastando mucho menos dinero. La cosa está complicada". En un pueblo receptor de mano de obra, los jóvenes empiezan a irse. "Se está yendo un montón de gente a la construcción a Madrid", explica José Carlos Miranda.