Ver no es mirar. He intentado muchas veces explicar la diferencia a mis alumnos, pero no hay forma de ponerse de acuerdo. Les leo un texto que escribí hace tiempo: "Mirar no significa aprehender, mirar es pasar los ojos por encima de las cosas, como hojeándolas. Ver es distinto, es la luz, la comprensión súbita de que las cosas están sucediendo." Les digo también que para otros todo se reduce a una cuestión de velocidad. "Es mucho más lenta la mirada, más intensa. Ver es asistir sin participar, pero mirar es distinto, lleva su tiempo."

El griego clásico lo distingue muy bien. El verbo que significa mirar está en voz media, en la voz que indica la participación del sujeto. De esa raíz, surge la palabra teatro. Un espectador es el que mira. ¿Se mira una obra de teatro o se ve? Un espectador participa de lo que está viendo.

Me acuerdo de estas palabras mientras trato de mirar o de ver lo que ha sucedido en Extremadura desde las últimas elecciones. No soy analista ni experta en política. Soy profesora y a ratos escribo. Sobre todo soy espectadora. Lo importante es abrir bien los ojos. La ventaja es que el oficio de escritor es el arte de seleccionar y combinar, pero más aún es el oficio de mirar. Lo que da sentido a la ficción es la manera en que el escritor mira. La desventaja es que no vamos a hablar de ficciones, sino de los cien días de Guillermo Fernández Vara como presidente de la Junta de Extremadura, de los cien días de Monago como jefe de la oposición y de los cien días de la entrada de Alvaro Jaén y Victoria Domínguez en la Asamblea.

Tampoco estamos hablando de realidades. Mirar las cosas es empezar a interpretarlas y toda interpretación conlleva un cambio. Cada espectador participa de manera diferente, y quizá la obra solo se complete con la mirada de todos los extremeños, pero eso solo es posible cada cuatro años, cuando los votantes eligen a quién quieren ver.

Mientras tanto, han pasado ya cien días, y Guillermo Fernández Vara, el político que sin creer en la suerte tuvo la suerte de perder unas elecciones (él mismo lo dijo) se muestra como un alumno aplicado que parece haber aprendido la lección impartida por los extremeños. Nos dijeron que o cambiábamos o nos cambiaban , y por eso ha impulsado una regeneración generacional en sus filas que parece más bien una revolución juvenil. Muchas caras nuevas para nuevos proyectos, eso sí, sin prisas, porque como decía en la entrevista antes de las elecciones es el tiempo de la sensatez, no de las extravagancias. La política no puede consistir en hacer anuncios históricos cada día.

Desde entonces parece haberse empeñado en una vuelta a la normalidad, en que le miremos y veamos de forma diferente a como lo hacíamos hace cuatro años. También ha querido elegir otra forma de contar, una posición nueva desde la que hacerlo, alejado de coches oficiales y de la parafernalia de los despachos. Hay que cambiar la manera de estar en política. Si no lo haces, acabas viendo las cosas como siempre, de forma parcial y sesgada . Por eso contesta personalmente a cualquier correo y se muestra cercano. El tiempo dirá lo que tiene de populismo esta actitud o si prevalece la sinceridad.

Afirma ser consciente cada día de que no tiene la mayoría absoluta (también dijo que Monago creyó tenerla y ese fue uno de sus errores) y reconoce que se equivocó al creer que uno puede hacer milagros, solo se puede hacer todo lo posible para que las cosas cambien. En eso anda. A su ritmo. La transición que protagoniza no está siendo brusca, sino todo lo contrario. La conduce con ritmo pausado, alguna contradicción, y como Penélope , tejiendo y destejiendo. Así, el hospital de Don Benito-Villanueva, aunque sigue sin hacerse, vuelve a cambiar de sitio. Y los premios Ceres, además de celebrarse este año como estaba previsto, se celebrarán también el que viene, quizá con distinto formato pero puede que con el mismo destino. Siguen las espadas en alto con la Lomce, porque no se puede parar así como así una ley de educación, pero sí desaparecen la ESO de los mil euros y la ayuda de trescientos a las mujeres mayores de 75 años, dos de las medidas estrella del anterior presidente. Ha comenzado a cumplir su promesa de reabrir los PAC, de aplicar la política un hombre, un cargo, y de reducir el número de altos cargos, tanto que él mismo ha acabado por asumir tantas competencias que en su caso las cargas sustituyen a los cargos: ¿Presidencia decidirá qué libros publica la Editora? ¿Organizará el plan de lectura? Por lo pronto, eso parece.

En medio ha pasado un verano abrasador, y la sierra de Gata, ese paraíso, se ha convertido en una hoguera alimentada por quienes han querido ver una oportunidad política donde solo había cenizas y desolación.

Ha aumentado el paro, eso sí. Y Monago, que califica estos cien días de decepcionantes, grises y perdidos, no acaba de explicárselo. El dice que dejó una comunidad en alza en la que Vara ha apretado el botón de stop. Tampoco parece comprender qué ha pasado en las elecciones aunque una de sus posibles respuestas sea que solo han tenido cuatro años para demostrar lo que podían hacer, mientras que el PSOE llevaba toda una vida. No entiende que después de que los extremeños cambiaran de mentalidad se haya vuelto a lo mismo. Esta era una comunidad anestesiada que miraba a la Junta como el niño mira al padre, buscando soluciones. En el momento en que se les ha ofrecido la oportunidad de ser protagonistas, los ciudadanos han dado muchas satisfacciones .

Y no será por una campaña aburrida, ni porque el expresidente no se haya esforzado en transmitir una imagen distinta a la que se tenía del PP. O sea, a que se le mirase con otros ojos. En el fondo todo sigue siendo cuestión de ver. El encontró una Extremadura fotografiada en sepia. Al menos eso decía Monago, que prefería la cercanía a las redes sociales, porque Google tiene filtros y la mirada, no.

De redes sociales sí saben mucho los seis diputados del Grupo Parlamentario de Podemos. También saben de mirar, pero no de ser vistos. En las entrevistas, Alvaro Jaén no hablaba de enemigos, sino de adversarios, porque la democracia es conflicto, pero no parecen haber planteado muchos en la Asamblea. Aún no. Sí han peleado en la renta social, y en los privilegios de los expresidentes. Y en educación, que ahora parece importar mucho a todo el mundo. Veremos a ver por cuánto tiempo, con qué intensidad y con qué capacidad de cambio. Monago se queja de que muchas de las medidas que el PSOE plantea, eran ya idea suya y Podemos utiliza el ariete de la Lomce y las becas de comedor.

XLOS DIPUTADOSx de Podemos se quejan de la actitud paternalista de algunos veteranos del PSOE. No necesitamos cariño, dicen. Lo que queremos es que cumplan con sus compromisos. Los matrimonios de conveniencia ya se sabe, no se basan en el amor, sino en el interés mutuo, en este caso, para conseguir lo mejor para sus votantes. Para quererlos y mimarlos, ya se sobran y se bastan ellos.

Victoria Domínguez está sola pero no puede quejarse de ser nueva ni de paternalismos. Su bagaje le permite mirar y ser mirada de otra forma diferente, pero su condición de única representante puede convertirla en ubicua o intrascendente. Afirma que la cultura del pacto y el entendimiento está en el ADN de su partido, pero no quiere ser bisagra. Dijo que venía a ganar, pero si tenía que estar en la oposición, estaría siempre haciendo propuestas. Por lo pronto ha conseguido que la Asamblea se pronuncie a favor de la unidad de España "ningún parlamento, gobierno o institución política puede desobedecer las leyes democráticamente aprobadas, ni las resoluciones de los tribunales, ni situarse por encima de la soberanía popular que corresponde, de acuerdo con la Constitución, al conjunto del pueblo español."

De ella depende dejarse querer o convertirse en pieza capital, que no muleta o bisagra. Y hablando de bisagras, se echa de menos a Pedro Escobar sin cuya presencia Vara no habría tenido la suerte de perder unas elecciones y el PP habría actuado de otra manera. O no. Quién sabe. Hablar de lo pasado ya pertenece al humo anterior a cualquier incendio.

Mientras tanto, han pasado cien días y llegan los presupuestos y las subidas de impuestos y las líneas rojas que quizá devengan en las carpetas rojas o azules de las que se habla en los ayuntamientos.

Ahora nos toca ser espectadores, pero activos. Ahora toca abrir bien los ojos, y pensar no en cómo quieren ser mirados los políticos, sino a quién queremos ver al frente de lo que de verdad importa. Lo demás son frivolidades que acaban por convertirse en humo, desolación y cenizas, sin regeneración posible.