Nadie había abatido al Animal . Nadie había puesto de rodillas a Eduardo, ese imponente portero de Portugal que sostuvo con sus prodidiosas manos a todo un país. No, no era la selección de Cristiano Ronaldo sino la selección del Animal , así lo llaman sus compatriotas, orgullosos de que un testarudo portero del Sporting de Braga que se paseaba ufano por Africa. Nadie había podido doblar esas manos hasta que se topó con Villa, otro testarudo del gol.

Lleva cuatro el asturiano, el nuevo jugador del Barcelona, en los cuatro partidos del Mundial. Sin Villa, España entera estaría de vacaciones, sin mirar siquiera el torneo. Con Villa todo es posible. Basta recordar el gol que abatió al Animal, un dechado de técnica, ese tuya mía entre Iniesta y Xavi, con la intervención de Llorente, el gigante que vino para rescatar a la selección del caos. Primero la técnica y el ingenio para engañar a Portugal y despistar a Eduardo. Después del toque, la voluntad, casi obsesiva, de un humilde asturiano. Allí donde se estrelló Drogba primero y Luis Fabiano después, él sí triunfó.

Villa es así. Si no marca a la primera, marca a la segunda. Todo en la misma jugada, otro ejemplo de obstinación para demostrar que su origen (Mel, su padre, es, o era, perdón, un minero de Tuilla) es el mejor ejemplo de que jamás se rinde.

A dos tantos de Raúl

Iniesta encendió la luz, Llorente engarrotó a los centrales de Portugal, Iniesta abrió el salón de su casa y Xavi, generoso como siempre, dejó un detalle de elegancia para que Villa se enfrentara al Animal. A la primera disparó con la derecha y topó con el cuerpo de Eduardo, ese muro que parecía inexpugnable porque llevaba 333 minutos sin encajar un gol. Pero no contó el meta del Sporting de Braga que la pelota volvía, caprichosa ella, a los pies de Villa. En el segundo disparo usó la pierna izquierda, elevó la pelota, tocó en el larguero y, por fin, besó la red lusa. Villa quebró a Eduardo con la misma arma que él había usado. Con una persistencia casi fanática, convencido de que llegaría su momento. Y llegó. Suma cuatro goles en el Mundial y 42 con la selección. El siete del Barça está a solo dos tantos de batir a Raúl e instalarse en la cima como el máximo goleador de la historia de España.

"Hemos dejado a un rival muy difícil detrás", dijo luego el futbolista asturiano, todavía con el sudor recorriendo el rostro, embriagado de felicidad por un gol, el de Portugal, que rome la barrera de los octavos de final. "Confiamos mucho en nosotros, sabemos lo que podemos dar. Es uno de los partidos más felices de mi vida", añadió Villa, reclamando "descanso" para preparar los cuartos de final contra Paraguay el sábado.

Mientras hablaba el pichichi del Mundial, Casillas se cruzaba todo el campo (de área a área) al encuentro de Eduardo. El Animal, abatido y hundido, no podía ni moverse de su propia casa. Estaba roto, llorando desconsoladamente, incapaz de dar un paso hacia los vestuarios. No le dejaban andar sus lágrimas, mientras Villa volaba por las nubes. Una noche más.