Con los sucesos que vive Cataluña, no podía ser escenario secundario para una campaña de Vox. Habida cuenta de que la formación de extrema derecha busca su apoteosis de cierre de campaña en su altar madrileño de la plaza de Colón, El Hospitalet fue anoche la palanca de arranque.

Se trató, por las crispadas circunstancias, de un sonado banderazo de salida, después del cual, y a diferencia de sus rivales del 10-N, Vox cultivará los terruños del interior, las pequeñas ciudades. De ahí que Santiago Abascal recale en Santander hoy y en Oviedo -plaza de la Reconquista- mañana, la misma jornada que Javier Ortega-Smith, el secretario general, hará mítines en Consuegra y Toledo, e Iván Espinosa de los Monteros, portavoz en el Congreso, en Cuenca y Talavera de la Reina.

De 17 actos de sus líderes principales, Vox monta siete en ciudades de segundo orden por PIB o población. A esa España no urbana, pero también a sus reservas capitalinas de Madrid y Barcelona, el partido de Abascal les llevará de nuevo el programa de las 100 medidas que paseó en los comicios del 28-A, y una renovada advertencia de agonía de España en su extremo noreste.

Habrá, sin embargo, cosas que matizar en la coreografía con respecto a la campaña anterior: no se promoverán cánticos legionarios, por ejemplo, aunque Abascal no haya tenido problema últimamente en fotografiarse con la cruz de Borgoña, requeté y de los tercios viejos. En la precampaña, Vox ha evitado activar a la izquierda con mensajes chirriantes.

Punto crucial será el teledebate del lunes. Abascal reserva el domingo para preparar una cita a la que en abril no pudo ir, y según se filtró, para alivio de la cúpula del partido, que temía una temprana exposición de sus carencias ante sus rivales. J. J. F.