La revuelta feminista que ha explosionado en los últimos años y que ha mostrado músculo en 8-M masivos ha provocado una sacudida cultural cuyo alcance aún es difícil de calibrar. A la vez, sin embargo, poco ha cambiado en los últimos años en la vida de las mujeres. Hablamos con cuatro extremeñas referentes del movimiento sobre por dónde debe seguir la lucha.

«El desafío es conservar lo conseguido»

«El desafío es conservar lo conseguido»

CARMEN IBARLUCEA | Escritora y ecofeminista

Carmen Ibarlucea (Chile, 1966) lleva años en primera línea. Es escritora y ecofeminista. No puede desligar una cosa de la otra porque creen que ambos caminos, feminismo y ecologismo, van de la mano. Es activista por los derechos de los animales y es narradora de cuentacuentos por la igualdad. Aunque nació en Latinoamérica, apenas tenía cuatro años cuando llegó a España y vive en Extremadura desde hace veinte. Ahora en Cáceres.

No tiene muy claro el momento en el que arrancó su compromiso ni con lo uno ni con lo otro. Estuvo siempre ahí. Recuerda cómo le dijo a su padre que no quería sacarse el carné de conducir porque los coches contaminan y a su madre diciéndole cuando tenía 12 años que «las feministas eran muy feas y que yo no fuera una». Lo curioso, resalta, es que su madre, sin saberlo, «era muy feminista». «Tenía su propio dinero, salía sola y nunca se sintió una mala madre».

En el activismo empezó a los 21 años por la vía del pacifismo. Precisamente, relata que «el sistema de las guerras tiene que ver con la opresión de las mujeres». «Siempre hemos formado parte del campo de batalla, somos una prolongación del territorio, las mujeres somos cosificadas en muchos aspectos y cuando hay un conflicto bélico se nos toma como rehenes». Más tarde, lo vinculó al activismo climático. «Lo bueno del feminismo es que borra fronteras y nos hace conscientes de que solo hay un planeta, no hay otro, es hora de que empecemos a tener un discurso más interconectado, y menos enfocado solo a nuestra realidad occidental, las mujeres en otras partes del planeta son víctimas mayores por las sequías, viven en territorios más conflictivos, y porque ir a buscar leña pone en riesgo tu vida».

Se imagina el mundo cuando el feminismo lo haya conseguido todo. Será «pacífico y amable». De momento, en cuanto al presente, asegura que «damos pasos hacia adelante y hacia atrás». «Hemos avanzado pero aunque la sociedad tiene grandes declaraciones de intenciones la deconstrucción del patriarcado es una tarea que no estamos interiorizando del todo». Sobre lo que queda por hacer, plantea dos retos. El primero, «mantener lo que tenemos». «Estamos en un momento de crisis ideológica, en un momento peligroso de mensaje fácil y de odio y tenemos el desafío de conservar lo que hemos conseguido y hacer entender que el feminismo es integrador, que no es un movimiento de odio, es un movimiento de afecto, dar visibilidad a la mitad de la humanidad no va en detrimento de la otra mitad, nadie busca acallar a los hombres, el altavoz hay que ponerlo en las mujeres porque han estado silenciadas». El segundo, «avanzar en las libertades de ser». «Dentro del movimiento feminista no debería ser un debate, que cada cual sea lo que quiera, el objetivo es que las personas consigamos ser libres, felices y no nos olvidemos de las demás porque las injusticias existen cuando olvidamos a las otras».

También pide que las «diferencias» no diluyan la lucha y reivindica el derecho a equivocarse y a cambiar de opinión. Si hay algo que tiene claro es que «no existe manual de feminismo porque es una herramienta de futuro».

«La interpretación de las leyes debe ser más favorable a la igualdad»

MARISA TENA | Abogada

Tiene el convencimiento de que es imprescindible cambiar el mundo, el sistema social, y ante las injusticias que sufrimos las mujeres de forma individual y colectiva decidió dedicarse profesionalmente a la defensa de sus derechos. Marisa Tena Hidalgo, natural de Helechal (Badajoz), es abogada y una de las abanderadas de la lucha por la igualdad en Mérida desde la asociación de mujeres Malvaluna.

Imagina un mundo feminista de hombres y mujeres más felices, más solidario, respetuoso con el medio ambiente y donde nadie tenga que escapar de la guerra, la pobreza o la discrminación sexual. Un mundo, reconoce, que todavía nos queda lejos, aunque confía en que en los próximos 40 años podamos andar tanto como hemos avanzado en estos últimos 40. Desde su condición de abogada, reclama una interpretación de las leyes «más ajustada a los principios de igualdad», pues entiende que cuando la ley trata a todos los ciudadanos por igual, sin tener en cuenta que la situación de las mujeres es de desigualdad, lo que genera es más desigualdad.

«Intento buscar esas ópticas que hagan posible que la ley se aplique teniendo en cuenta la situación especial y específica de cada uno de los grupos. Defender cómo las leyes no son neutras y sus interpretaciones tampoco», explica. Desde el colectivo Malvaluna, esta experiencia se aprovecha para promover también cambios legislativos. Como ejemplo, Marisa cita el caso de una mujer que sufrió una violación bucal y a la que defendió hace años en Cáceres. «Todavía no se recogía la posibilidad de considerarlo como violación y agresión sexual y a raíz de ahí hicimos unas propuestas de modificación del código penal. Todo el mundo lo tachó de locura, pero unos años después se llevó a cabo y ha servido para que muchas mujeres se sientan más seguras», explica. A su juicio, el código penal «no es la solución», pero sí considera que sirve para disuadir ante el abuso y la agresión porque la condena no es solo un número de años, es también un reproche social.

Para Marisa, no se puede negar que en la sociedad ha habido «un cambio importantísimo» respecto al feminismo y la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, pero advierte que queda mucho por hacer. «Los juzgados siguen estando llenos de interpretaciones que no son muy acordes con el principio de igualdad», insiste. Y no solo en la judicatura, porque hay muchas cuestiones que se solventan por vía administrativa y que dependen de un funcionario que puede dar un enfoque de género o no darlo. «Hace falta adaptar muchas normas para que todo esto vaya cambiando», apunta Marisa, que indica que un buen ejemplo puede ser el aumento reciente del permiso de paternidad.

Más allá del ámbito legislativo, destaca como retos el acceso al empleo y permanencia en el mismo en igualdad de condiciones, la brecha salarial o el acoso sexual en el ámbito laboral. A ello se suma todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana y las tareas domésticas, que no pueden reposar solo en el hombro de las mujeres. Y aporta un dato: ellas destinan tres horas al día más que el resto de los miembros de la familia al cuidado de personas dependientes y la vida en general. Otro de los aspectos en los que pone el foco es en los pueblos, puesto que son las chicas jóvenes las que más emigran de un mundo rural muy masculinizado.

«Hay que automatizar la igualdad»

MARÍA JESÚS ALMEIDA | Presidenta de la Asociación de la Prensa

Fue la primera mujer en ejercer el periodismo en Badajoz, en la Cadena Ser, donde desempeñó su carrera profesional hasta que se jubiló habiendo recibido el Premio de la Prensa a la Trayectoria profesional. Desde entonces ha asumido la presidencia de la Asociación de la Prensa de la ciudad, ha escrito en este diario y en La Crónica de Badajoz, ha recibido la Medalla de Extremadura y trabaja por avanzar en el ámbito del periodismo y la igualdad. María Jesús Almeida (Badajoz, 1953), licenciada en Periodismo por la Complutense, descubrió en la universidad «lo que era la sociedad española, porque yo tenía una mentalidad burguesita y fue allí cuando comencé a ver los problemas reales, a darme cuenta de que muchas cosas que pensaba que eran mías, eran aprendidas, y empecé a ser yo».

Almeida desarrolló su carrera profesional en la Ser; al principio compaginándola con la La Hoja del Lunes; luego como jefa de informativos, un tiempo de evolución «del periodismo y de la presencia de la mujer en él». Y aclara: «De la presencia de la mujer en el periodismo de aquí, de provincia; en Madrid no era la misma situación, aunque a nivel nacional los puestos de poder los seguían teniendo los hombres. Yo fui la primera aquí pero con los años empezamos a ser mayoría: hemos dado un vuelco de 180 grados, en las redacciones; en los puestos de responsabilidad se ha avanzado pero todavía no lo suficiente». Y a nivel general, considera que «también se dan pasos»; que «las leyes son importantes, pero se tiene que producir una transformación en el cuerpo social, que tenga automatizado: mujer igual al hombre; si no, no se consigue nada solo con las leyes y creo que se ha avanzado». Pero precisa: «Bien es verdad que hay cantidad de mujeres que mueren; a las mujeres nos matan, nos faltan el respeto, nos ningunean, nos quieren llevar, ciertos hombres, a un rincón, pero se nota que se dan pasos».

Para ella «el feminismo es completamente necesario porque gracias a él se pone delante de los ojos y de la mente de la sociedad las carencias existentes, las necesidades y los pasos que hay que dar; eso va calando y solo se hace a través del feminismo».

«La mujer tiene que creerse lo que vale»

ANA MARÍA RODILLA ELIZO | Empresaria placentina

Ana María Rodilla Elizo lleva 25 años al frente de una joyería en Plasencia. Es una mujer empresaria en un sector con mayoría de hombres que ocupan altos cargos y con una hija de 20 años y un hijo de 25 a los que ha educado «por igual».

Precisamente, hoy por hoy y para conseguir una igualdad real, considera que falta «educación social» porque «hombres y mujeres somos diferentes, pero no tenemos que serlo en derechos, en responsabilidades y en oportunidades». Por eso, defiende que, a la hora de obtener un empleo y con la misma preparación, debe alcanzarlo «el que más valga, independientemente de que sea hombre o mujer».

Esta empresaria afirma no haber tenido nunca problemas ni haber sufrido discriminación por su condición de mujer empresaria, pero reconoce que «la mujer tiene que hacerse valer mucho más que un hombre a la hora de alcanzar altos cargos, tiene que dar un paso por encima para que se la tenga en cuenta».

De ahí que considere que falta tanto educación, «cambiar el chip» por parte del que ofrece el empleo o la posibilidad de ascenso, como un mayor empoderamiento de la mujer. «Tiene que tener más autoestima y poner su opinión encima de la mesa porque hay mujeres que se esconden detrás del hombre y lo que falta es que la mujer se lo crea, se haga valer. Se tiene que creer que vale lo mismo que el hombre, no menos, pero tampoco más, la palabra más también me parece un machismo encubierto».

Eliminar prejucios

Ana María Rodilla afirma tener ahora más libertad para moverse en su trabajo y participar en reuniones porque sus hijos son mayores y, precisamente, sobre las dificultades para que una mujer pueda desarrollarse laboralmente a la vez que concilia su vida familiar, apunta que «hay que eliminar prejuicios y muros impuestos. Chapeau por el hombre que se queda en casa cuidando a sus hijos si ve que la mujer puede desarrollar más su vida laboral y llevar más dinero a casa».

Así, junto a la educación social para cambiar lo de toda la vida, falta también en su opinión «educación en casa. «A mis hijos les he dado una educación en la que los dos podían hacer lo mismo, desde las tareas de la casa a tener el mismo horario de salidas. Esa es la base, tanto en casa como en el colegio. Lo que no puede ser es que te digan siempre que no puedes hacer lo mismo que un chico por ser chica».

En ese sentido, opina que su hija «es mucho más libre de lo que lo era yo, se siente más libre de lo que yo me sentía para hacer lo que quiera y ponerse la ropa que quiera, por ejemplo».

Y apunta que la igualdad entre hombres y mujeres, no implica no ser femenina, entendido en el sentido de que una mujer puede ponerse una u otra ropa o tener uno u otro aspecto «para gustarse a sí misma, porque se siente bien así, no para gustar al hombre ni porque sea algo impuesto, sino porque se siente bien con ella misma».