Debe ser difícil llamarse Guillermo Fernández Vara y hacerse esta pregunta. Tras una exitosa trayectoria como consejero de Sanidad. Tras un exitoso salto a la Presidencia de la Junta sustituyendo al histórico Ibarra --único en ese cargo hasta entonces-- y superándole en votos. Y teniendo que bregar con la peor crisis económica de la democracia.

Pero debe ser mucho más difícil preguntarse "¿y ahora qué?" cuando uno está en el paro. Con la prestación a punto de agotarse y sin visos de encontrar empleo. Con expertos que aseguran que lo peor sigue por llegar. Más de la mitad de los parados extremeños cobran ya prórroga en vez de prestación normal y esta cayó por primera vez en febrero. Si las cosas no mejoran, son los subsidios los que podrían empezar a descender. Aún queda la ayuda extraordinaria, sí, por seis meses, pero ¿y luego qué? ¿Y ahora qué?, piensan ya muchos.

La cosa no empezó ayer. Pronto se vio que la legislatura no iba a ser fácil y, solo un año después de llegar a la Junta, Vara renunció a su gran promesa: crear 60.000 empleos. Irónicamente, la cifra de ciudadanos que se han sumado a las filas del paro desde las últimas elecciones casi alcanza los puestos prometidos. Lo mismo, pero al revés, critica la oposición.

Ante tal evidencia, el presidente optó por "dar la cara". En un símil médico --es forense--, reconoció que no se conocía el antídoto para la enfermedad de la crisis y apostó por, al menos, tomar medidas paliativas. Era el tiempo de los primeros paquetes de medidas y las reuniones con los bancos para abrir la financiación a las empresas que, según estas, poco éxito han tenido. Era el tiempo del Plan de Infraestructuras Viarias, con una inversión prevista de más de 19.000 millones, para reactivar la economía. Eran otros tiempos.

¿Y ahora qué? Ahora no se puede confiar en el empuje de la inversión pública, porque faltan los fondos. El Gobierno nacional, presionado por la UE, ha tenido que adoptar un duro plan de ajuste que incluye bajar los sueldos a los funcionarios, congelar pensiones, eliminar de golpe medidas como el cheque bebé o poner condiciones a la dependencia.

Zapatero no está en entredicho, está peor. Vara lo sabe y ha corrido a ponerse a su lado y apoyar sus "difíciles, pero necesarias" medidas. Ahora es su turno y adelanta el Debate sobre Política General --donde anunciará sus ajustes-- a la segunda semana de junio. Sabemos que tocará las ayudas a las familias --otro de sus grandes compromisos-- y subirá impuestos, pero por ahora solo ha citado los de las viviendas de alta gama.

Ya al diseñar los presupuestos del 2010 --en los que, por primera vez, los ingresos cayeron-- abrió la puerta a una reforma fiscal que solo llegó a las instalaciones que afectan al medio ambiente, eléctricas sobre todo. Ahora su margen es limitado, pero actuar se hace indispensable y está dispuesto incluso a plantear una revisión del Estado de las Autonomías, muy caro para tiempos de apretones de cinturón.

Una gran idea --aunque nos lleve a preguntarnos si un país se construye solo pensando en los tiempos de bonanza--, pero que suena de nuevo demasiado lejana. En la línea de ese gran pacto social y político que pretende sentar las nuevas bases del modelo económico, pero que no responde a la angustiosa pregunta: ¿Y ahora qué?